Desde que el 28 de junio de 1963 apareciera publicada Rayuela, mucho se ha escrito y dicho sobre esta novela que rompió moldes y que se convirtió en un hito para los jóvenes escritores del momento.
El libro, de compleja composición y difícil lectura, presenta técnicas renovadoras y características de las vanguardias que no todos los que se acercan a ella son capaces de valorar o asimilar. Eso sí, su influencia en la narrativa del momento es innegable, ya que antes de veinte años se había convertido en un clásico de la literatura que se impartía en las universidades y sobre el que se escribían incontables artículos y tesis doctorales. Ahora bien, su maestría literaria no quita que Rayuela tenga prácticamente tantos apasionados seguidores como detractores que la denostan.
El libro, de compleja composición y difícil lectura, presenta técnicas renovadoras y características de las vanguardias que no todos los que se acercan a ella son capaces de valorar o asimilar. Eso sí, su influencia en la narrativa del momento es innegable, ya que antes de veinte años se había convertido en un clásico de la literatura que se impartía en las universidades y sobre el que se escribían incontables artículos y tesis doctorales. Ahora bien, su maestría literaria no quita que Rayuela tenga prácticamente tantos apasionados seguidores como detractores que la denostan.
Julio Cortázar (1914-1984) escribió esta obra en París, ciudad a la que se trasladó en 1951 gracias a una beca concedida por el gobierno francés. El propio autor afirma que comenzó a redactarla por la mitad y sin ningún plan preciso: "lo primero que yo escribí de Rayuela fue el capítulo del tablón (el 41), sin tener la menor idea de lo que iba a escribir, antes o después". Según él mismo relata, escribió durante varios años sin prisas, salvo al final: "El final de Rayuela lo escribí todo en el manicomio, en cuarenta y ocho horas, realmente en un estado (...) casi de alucinación. (...) No podía separarme del libro hasta que lo terminé. (...) Yo había perdido completamente la noción el tiempo. (...) Ahí sí se puede hablar de posesión, esa cosa maravillosa que tiene la literatura. Yo estaba totalmente dominado."
Rayuela está dividida en tres partes. La primera, "Del lado de allá" se desarrolla en París, donde el protagonista, Horacio Oliveira, se mueve en compañía de la Maga y de sus amigos del Club. En la segunda parte, "Del lado de acá", Horacio ha vuelto a Buenos Aires y vive con su antigua novia. La tercera parte, "De otros lados", está compuesto por fragmentos de todo tipo: complementos de la historia anterior, recortes de prensa, citas de libros... Todo ello presenta cierto carácter autobiográfico, de búsqueda personal: "si yo no hubiera escrito Rayuela, probablemente me habría tirado al Sena". Y es, ante todo, como afirma Andrés Amorós, "una historia de amor y humor".
Quien se acerque por primera vez a este libro y lo abra se encontrará en las primeras páginas un tablero de dirección. En él el autor nos presenta su obra:
"A su manera este libro es muchos libros, pero sobre todo es dos libros. el lector queda invitado a elegir una de las dos posibilidades siguientes:
El primer libro se deja leer en la forma corriente, y termina en el capítulo 56, al pie del cual hay tres vistosas estrellitas que equivalen a a palabra Fin. Por consiguiente, el lector prescindirá sin remordimiento de lo que sigue.
El segundo libro se deja leer empezando por el capítulo 73 y siguiendo luego en el orden que se indica al pie de cada capítulo."
Esta introducción no debemos tomarla al pie de la letra, pues se trata de un juego, de una broma del escritor, quien acostumbraba a presentar lo más serio bajo la óptica del humor. De hecho, los 155 capítulos que componen Rayuela pueden ser leídos como le apetezca al lector, sin tener que seguir un orden determinado, pues, como es de sobra sabido, cada novela es tantas novelas como lecturas se hagan de ella. El propio título nos anuncia ya un juego infantil, el de ir avanzando a saltos producto del azar. Lo que Cortázar pretende es hacer del lector un ente activo, que sea copartícipe de la obra literaria, que se tome la molestia de organizarla y ordenarla de la misma manera que lo hace el autor, dejando así de lado la pasiva lectura tradicional.
Adentrarse en Rayuela supone aceptar el juego de composición que nos propone su creador, que estimula nuestra curiosidad literaria y nos garantiza múltiples lecturas en un solo libro. Eso sí, discreto lector, avanzar a saltos puede hacer perder el equilibrio de la lectura, por lo que se debe estar preparado para afrontar esta curiosa prueba literaria.
Adentrarse en Rayuela supone aceptar el juego de composición que nos propone su creador, que estimula nuestra curiosidad literaria y nos garantiza múltiples lecturas en un solo libro. Eso sí, discreto lector, avanzar a saltos puede hacer perder el equilibrio de la lectura, por lo que se debe estar preparado para afrontar esta curiosa prueba literaria.
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