Cuatro letras forman un nombre propio que puede resultar ambiguo. ¿Es él? ¿Es ella? ¿Quién es Alex y qué se oculta tras su nombre?
Pierre Lemaitre (París, 1951) nos ofrece en Alex (2011) una trepidante novela policíaca en la que se verá envuelto de nuevo Camille Verhoeven, comandante de la Brigada Criminal de París al que pudimos conocer en su primera novela Travail soigné (2006), traducida al español como Irene (2015).
En esta segunda entrega de la saga policial, Verhoeven se ve obligado a asumir la investigación de la desaparición de una mujer, hecho que hará aflorar los recuerdos de la pérdida de su esposa Irene relatados en la novela anterior.
A medida que va avanzando la investigación criminal, el hilo se va enredando más. De entrada, la policía desconoce quién es la víctima, pues nadie ha denunciado la desaparición de ninguna mujer en la ciudad. ¿Cómo es posible buscar a alguien a quien nadie conoce? Y si, además, esa persona oculta su verdadera imagen, ¿cómo será posible hallarla?
La madeja no deja de girar al ritmo de los acontecimientos, se va llenando de nudos, da vueltas inesperadas, confunde a los agentes, les deja pistas que no los llevan a ningún sitio, aparece y vuelve a desaparecer, se alarga y se estrecha el cerco, ahora es una y luego es otra... ¿Cómo descubrir a un camaleón que va dejando tras de sí un rastro de cadáveres?
Mientras progresan los capítulos, cambia nuestra visión de los personajes. Las víctimas se vuelven verdugos, y estos, débiles objetivos de un destino adverso o del peso del mal. ¿Deberíamos replantearnos nuestro concepto del bien y del mal? ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos? ¿Todos los lobos merecen un castigo y las Caperucitas ser salvadas?
Alex apasiona al lector, se hace con él desde las primeras líneas y lo enreda en una trama que lo arrastra a gran velocidad hacia el inesperado final que parece nunca llegar. Con escenas muy naturalistas de extremada dureza, logra que quien se adentra en sus páginas sienta lo que está sucediendo y vea lo que se describe como si lo tuviese delante y pudiese palparlo. Y, sobre todo, llama la atención sobre los prejuicios que todos, en algún momento, podemos tener. En definitiva, nos enseña que no todo es lo que aparenta ser y que debemos escuchar antes de juzgar.
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