Madrid cuenta con una amplia gama de espectáculos de la que no disfrutan otras provincias españolas. Para quienes vivimos en las islas, el acceso a determinadas exposiciones, charlas, actuaciones o representaciones es aún más limitado. Por eso, cuando nos desplazamos hasta allí escogemos con mimo lo que el reducido tiempo de estancia nos permite admirar.
En mi último viaje a la capital no tenía nada previsto. Unos amigos con los que había quedado hicieron oídos sordos a mis demandas y decidieron sorprenderme. Compraron entradas para sendos espectáculos a los que me condujeron en mi más profunda ignorancia. Tal vez por eso mi reacción ante lo que presencié fue doblemente satisfactoria. Y es que, cuando acudimos vírgenes a un espectáculo, sin saber absolutamente nada de lo que nos vamos a encontrar, sin tener referencias ni comentarios previos, la capacidad de admirarse aumenta notablemente, y eso fue lo que me sucedió.
El sábado ascendí la boca de metro que se abre junto a Teatros del Canal y allí me encontré con Venus. No, sobre el escenario no se pavoneaba la diosa romana de la belleza y el amor, sino la primera pieza teatral del dramaturgo y director español Víctor Conde, que ha permanecido en cartel en ese espacio durante tres fines de semana consecutivos de octubre.
El sábado ascendí la boca de metro que se abre junto a Teatros del Canal y allí me encontré con Venus. No, sobre el escenario no se pavoneaba la diosa romana de la belleza y el amor, sino la primera pieza teatral del dramaturgo y director español Víctor Conde, que ha permanecido en cartel en ese espacio durante tres fines de semana consecutivos de octubre.
Víctor Conde acumulaba ya varios éxitos en los escenarios como director (La Tienda de los Horrores, Crimen perfecto, La ratonera, Pegados o The Hole 2, entre otros) cuando, mientras permanecía en Australia dirigiendo el musical Los miserables, nació en su cabeza la semilla de una idea que fue germinando y creciendo en la habitación de su hotel tras la representación de cada noche. Acompañado por las estrellas camino del amanecer, en una semana Conde redactó esta historia de sentimientos que conmueve al espectador.
En septiembre de 2017 se estrenó Venus en el Pavón Teatro Kamikaze de Madrid con bastante éxito tanto de crítica como de público. Algo más de un año después, se han sucedido seis representaciones en Teatros del Canal.
Venus es un drama que fluye entre palabras y música. Toda la trama se desarrolla en un mismo espacio, el interior de un café al que entra Jorge, el protagonista, después de muchos años. Ha regresado a su lugar de origen para asistir al entierro de su padre y desenterrar recuerdos. En ese local se encontrará con su amor de juventud, a quien quiso en silencio desde la amistad que los unía y a la que no ha podido olvidar. Además, coincidirá con otros tres personajes, una mujer y dos hombres, a los que presume no conocer, pero de los que irá descubriendo verdades acalladas y ocultas que ni él mismo se atreve a aceptar. Mientras, lo ata al presente las llamadas de teléfono que realiza a su actual pareja.
La historia recorre varias décadas, desde los años sesenta a la actualidad, con un continuo fluir de entradas y salidas de personajes a los que vemos crecer, madurar, cambiar. En ningún momento el escenario se queda vacío, siempre sucede algo sobre las tablas que mantiene expectante a los que ocupan ansiosos las butacas e intentan desentrañar los complejos hechos que se relatan.
Con economía escenográfica y humana (tan solo cinco actores llenan continuamente con su presencia el escenario), Víctor Conde da prioridad a las palabras que sacuden las emociones y los sentimientos de los espectadores (muchos, los vi, secaban con pudor sus lágrimas al apagarse el espectáculo y encenderse las luces). Venus ofrece un mensaje de segundas oportunidades, de verdades a medias y de mentiras piadosas, de lo no dicho y deseado, de errores y aciertos, de amores y desamores, de ilusiones y realidades que emergen entre la comedia y la tragedia.
Con una estructura circular dirigida por la música, el espectador participa también en la trama, siente que viaja en el tiempo y retorna sin haberse desplazado ni un milímetro de su butaca. Los más audaces descubrirán, además, las reminiscencias de Comala que brillan en la escena, donde un Pedro Páramo divertido y vivaracho va descubriendo su pasado y su presente sin dejar de sorprenderse con el devenir de los hechos.
Víctor Conde ha logrado crear una obra redonda que atrapa al público y lo hace soñar. Por su parte, los actores (Ariana Bruguera, Carlos Gorbe, Antonio Hortelano, Paula Muñoz y Carlos Serrano-Clark) han sabido dar vida a unos personajes que toman cuerpo y se humanizan a través de sus voces y de su atinada interpretación (me quedo, sobre todo, con el papel juvenil de Paula).
Por todo ello, quien no haya disfrutado aún de Venus no debe perderse esta representación para poder averiguar, además, el porqué de su título.
"¿Cuántos libros buenos debe de haber en el mundo? ¿Cuántas canciones imprescindibles? No me refiero a canciones conocidas, me refiero a aquellas canciones que te despiertan una emoción. Aquellas que te hacen sentir algo, que cuando las escuchas recuerdas dónde estabas el día que las oíste por primera vez. ¿Cómo encontrarlas todas? ¿Cuántas películas hay que me puedan hacer llorar o reír? ¿Cuántos postres buenísimos que ni siquiera sé que existen? Me refiero a esas cosas. A mí no me da miedo la muerte. A mí me da miedo no vivir lo suficiente para conocer todas esas cosas."
Víctor Conde, Venus
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