Tras cuatro años de viaje de ida y vuelta a la colonia de Marte, la nave de exploración científica Kronos
retornaba por fin a la Tierra. Sus tres ocupantes, aunque satisfechos por los
objetivos alcanzados, deseaban regresar a casa, ver a sus seres queridos, pisar
suelo firme, respirar en su atmósfera, comer un buen asado con verduras frescas…
Tan
solo los separaban de su planeta treinta y seis horas de navegación, por lo que
solicitaron al puesto de mando en la Tierra las indicaciones para la reentrada.
Estos se las dieron entre bromas y alegrías varias. Que la misión fuese un éxito
beneficiaba a todos, sobre todo para conseguir las subvenciones necesarias para
mantener el programa espacial.
De
pronto la nave comenzó a vibrar y a entrecortarse la comunicación. Los
tripulantes activaron todos los sistemas de protección de la nave para detectar
cualquier posible fallo e informar a la base. Sin embargo, no era Kronos la que
fallaba; a estribor había surgido un enorme agujero que succionaba el aparato
hacia su interior, que giraba como una peonza a miles de revoluciones.
Pese
a que intentaron hacer girar la nave acelerando al máximo, nada pudo detener el
rumbo inevitable al que se veía arrastrado. Lo último que pudieron escuchar antes
de que se cortara definitivamente la conexión fue un breve chasquido.
Tras
unos minutos interminables de pánico, lograron llegar al otro lado del temible
agujero. Los astronautas se encontraban bien y tanto el fuselaje como el
instrumental de a bordo no se había dañado, salvo el sistema de comunicación que
no lograban reestablecer. Sin embargo, lograron establecer las coordenadas
retomar el rumbo que les habían indicado para volver, ahora sí, a casa. No les
preocupó, no era la primera vez que esto sucedía y estaban preparados para
afrontar ese contratiempo.
Kronos
se adentró en la atmósfera sin dificultad y se fue desprendiéndose de gases
hasta que la cápsula alcanzó el punto previsto. Los miembros de la tripulación
se felicitaron antes de quitarse las protecciones de seguridad y dirigirse a la
escotilla de salida.
Al
abrirla, una lanza apache les dio la bienvenida.
© Erminda Pérez Gil
#Historiasdeviajes
Muy bueno.
ResponderEliminar¡Gracias!
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