martes, 27 de febrero de 2024

Las Memorias de Coetzee

     John M. Coetzee es un escritor de origen sudafricano que recibió en Premio Nobel de Literatura en 2003 por «la brillantez a la hora de analizar la sociedad sudafricana», según argumentó la Academia sueca. Aunque nació en Ciudad del Cabo en 1940, los conflictos del apartheid en su país lo animaron a residir varios años en Reino Unido y Estados Unidos, hasta que decidió fijar su residencia en Australia, donde vive en la actualidad.
    Gracias a su amplia trayectoria como novelista y redactor de ensayos, ha recibido numerosos premios y reconocimientos. Sin embargo, su pasado y su trabajo como escritor no fueron fáciles. Así lo relata él mismo en sus memorias, en las que que novela su vida. Divididas en tres tomos, sus memorias relatan tres etapas de su vida: la infancia, la juventud y la madurez y su difícil relación con los otros. Todos ellos han sido editados en español por Mondadori.
    Dentro de la escritura del Yo, la autobiografía se caracteriza por la identificación del autor con el narrador y el personaje. Contraviniendo los principios de Philippe Lejeune (El pacto autobiográfico, 1975), Coetzee se identifica con el personaje, pero opta por un narrador en tercera persona que observe desde fuera los acontecimientos y se meta en la mente de los personajes si así lo desea. De este modo, prefiere hacer uso de las memorias como subgénero autoficcional.
    El primer volumen titulado Infancia fue publicado en 1997. En él se relata un periodo de tiempo de su niñez en Sudáfrica, su vida en la escuela, sus relaciones familiares y los cambios de residencia a los que se ven obligados por motivos que escapan a los pequeños de la casa. Según cuenta, vivía con sus padres y su hermano menor, era buen estudiante, pero le costaba relacionarse con los demás; su vía de escape era la lectura, sobre todo mientras estuvo convaleciente. Guarda cierto resentimiento con sus progenitores y mantiene una relación de amor y rechazo hacia su madre. La figura de su padre oscurecerá el panorama familiar, aunque ya veremos que en el futuro habrá un reencuentro. No son pocas las alusiones en la obra a los afrikaans, lengua que él y los suyos hablan, y los conflictos raciales.

    La segunda parte, Juventud, apareció publicada en 2002, un año antes de que le fuese concedido el Premio Nobel. El joven John Coetzee ha decidido abandonar Sudáfrica porque no soporta la inestabilidad política y social que se vive en su país. Su destino será Londres, ciudad en la que considera que encontrará el equilibrio del que carece su nación. No le resulta difícil encontrar trabajo y entra a formar parte de la plantilla de programadores de IBM. Sin embargo, el sentimiento de soledad e introspección con el que creció no lo abandona y no hallará la estabilidad emocional que esperaba. Mientras, escribirá sin un fin concreto, tanteando los límites que la poesía le ofrece a la vez que prepara su tesis en Literatura.

    La tercera entrega de las memorias de Coetzee es sin duda la más sorprendente. Si en los dos libros anteriores se había alejado de sí mismo al usar un narrador en tercera persona, en Verano (2009) da un salto mortal narrativo para relatar sus vivencias entre 1972 y 1975, cuando había regresado a Sudáfrica, vivía con su padre y aún luchaba por ser un escritor. En esta ocasión, un joven británico se entrevista con cinco personas que tuvieron alguna relación o vínculo con el escritor para que les cuente cómo era el difunto John M. Coetzee, ya que no lo conoció en persona, pero quiere escribir su biografía. En efecto, el autor, con plenas capacidades físicas y mentales, se da por fallecido en el libro y extrae la visión que tienen de él otras personas. Sin duda, es la parte más novelada de su autobiografía, puesto que tanto el biógrafo como las entrevistas son ficticias y están hechas, cómo no, en tercera persona, hablan de él como si ya no existiera. Quienes comentan su relación con John Coetzee son Julia Smith, una vecina de su barrio en Ciudad del Cabo; Margot, una de las primas de John; Adriana Nascimento, madre de una de sus alumnas; Martin, un profesor universitario; y Sophie Denöel, profesora de francés. Para encontrarse con ellos, el biógrafo debe viajar a distintos puntos del mundo, pues casi todos han cambiado de residencia.
    En este párrafo, Coetzee evidencia ese juego entre realidad y ficción con el que compone sus memorias: «Imagino que se está usted preocupando. "¿Para qué me he metido en esto? —debe de preguntarse—. ¿Cómo puede esta señora pretender que recuerda en su totalidad conversaciones triviales que tuvieron lugar hace tres o cuatro décadas? ¿Y cuándo irá al grano?". Así pues, permítame que le sea franca: por lo que respecta al diálogo, lo estoy inventando sobre la marcha, lo cual supongo que me permitirá usted, puesto que estamos hablando de un escritor. Tal vez lo que le cuento no sea cierto al pie de la letra, pero es fiel al espíritu de la letra, no le queda duda de ello».

    Esta manera de narrar su propia vida demuestra por qué motivo Coetzee es un autor diferente y merece reconocimiento, ya que, en lugar de seguir tendencias habituales y repetir lugares comunes, busca la manera de hacer lo mismo de forma diferente, novedosa, llamativa, y no deja de ser singular su decisión.
    Gracias a estas páginas conocemos a un escritor torpe, tímido, cargado de inseguridades, con muchas ideas y pocas energías para llevarlas a cabo, con dificultas de socialización y con unas ansias infinitas de encontrar su lugar en el mundo durante las primeras décadas de su vida, cuando aún se está formando como persona y como escritor. Esto, por otra parte, solo se puede hacer desde la distancia temporal y la aceptación del propio yo, de haberse perdonado las debilidades y errores previos y ayuda al escritor a reconciliarse consigo mismo y con su pasado. Es, sin duda, un ejercicio de madurez que pocos están dispuestos a hacer, pues desnudarse ante los demás deja al descubierto las debilidades y sonroja a cualquiera.
    ¿Están dispuestos a echar una vista retrospectiva a su pasado? En efecto, no es fácil, pero los invito a ello tras la lectura de las memorias de John M. Coetzee.
 
    







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