jueves, 16 de junio de 2016

"Lo importante es ganar"

Soy un gran aficionado al fútbol. Creo que mi madre y yo somos los seguidores más fervorosos de la selección nacional, los que con más ánimo jaleamos al equipo y los que más aplaudimos sus goles y triunfos. No exagero, tenemos nuestros motivos.
          Mi padre me inculcó el amor a este deporte desde que nací. Creo que tengo camisetas de la selección española de todas las tallas. Desde que era un bebé me sentaba ante el televisor para que fuera aprendiendo las lides del juego, y a medida que he ido creciendo no ha dejado de instruirme en técnicas y tácticas futbolísticas. Él habla durante los partidos, da instrucciones a los jugadores, insulta a los árbitros o a los que no sudan la camiseta, reclama faltas, fueras de juego o tarjetas del equipo contrario, grita y patalea cuando recibimos un gol en contra, y si pierde la Roja, entonces se monta la de Dios.
No dejo de aprender de su experiencia. Me habla del gol de Marcelino con el que España ganó su primera Eurocopa, del de Zarra en Maracaná, del de Cardeñosa que nunca fue, del gol fantasma de Míchel a Brasil o del que le encajó Platini a Arconada, del inolvidable 12 a 1 contra Malta, de los cinco goles de Butragueño en México… Mi padre repite continuamente que siempre nos eliminaban cuando jugábamos los mejores partidos. Habla en plural, porque él dice que el espectador es el jugador número 12 en el campo.
Mi madre adora a don Luis Aragonés y al señor del Bosque. Los llama así, con respeto. Dice que son unos caballeros a los que les debe mucho. Por algo han sido los que han llevado a la Selección a alcanzar sus mayores triunfos y a que en casa reine la paz.
Tras la victoria en Viena todo empezó a funcionar mejor. ¡Mi padre estaba tan feliz que nos invitó a comer fuera! Al ganar el mundial de Sudáfrica nos llevó de fin de semana a la playa. Yo nunca había visto el mar y fue una experiencia que nunca podré olvidar. La del gol de Iniesta, tampoco, claro. Con la Eurocopa de Polonia conseguí una bicicleta chula. Eso sí, el mundo volvió a ser el mismo tras la debacle de Brasil. Mi padre estaba tan enfadado por la falta de ganas de los jugadores que su furia creció como ya no recordábamos. Quería que echaran al entrenador y a todos esos gandules, que él ya lo veía venir desde la Copa Confederaciones. Y zas, pum, plaf, cataplum.
Acaba de empezar la Eurocopa de Francia y de momento las cosas van bien. Mi padre está entusiasmado porque España venció a la República Checa en el primer partido. Pero no deja de repetir que no nos podemos fiar, que hay que cambiar algunos jugadores y dejar en el banquillo a los que no están en forma.
Por eso, señor del Bosque, le envío esta carta. Me gustaría que revisara la alineación que propone mi padre y que le he copiado en la hoja de atrás. Mi madre reza por usted y por los jugadores y les pide encarecidamente que hagan lo posible para seguir ganando, aunque sea por la mínima. Porque un triunfo es un triunfo. Así mi padre se pondrá contento y nosotros no tendremos que escuchar sus gritos ni soportar los golpes que descarga contra nosotros para desahogarse. Usted no conoce a mi padre, es un hombre con los puños muy duros. Mi madre y yo les estaríamos muy agradecidos.
Se despide atentamente,
Su seguidor más fiel.

© Erminda Pérez Gil, 2016
Relato ganador del concurso Historias de fútbol convocado por Zenda libros, 17 de junio de 2016.


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