lunes, 13 de junio de 2016

Los amores perdidos

     Los amores perdidos es la opera prima de Miguel de León (La Laguna-Tenerife, 1956), publicada por Plaza & Janés en enero de 2016.
    Su autor, un hombre sencillo, gran conversador y estupendo amigo, decidió a los quince años que quería ser escritor. Sin embargo, el devenir de la vida lo llevó por diversos derroteros que lo colmaron de experiencias antes de lograr por fin su ansiada meta: publicar un libro. ¡Y qué libro! Al leer Los amores perdidos uno se plantea cuántas historias de Miguel nos hemos perdido los lectores durante todos estos años en los que ha ido creciendo el escritor dentro del hombre.
    Los amores perdidos es una novela atractiva desde su portada. Entre la ingente cantidad de obras que abarrotan las librerías, la imagen que presenta esta novela despierta el interés por saber qué se oculta tras las tapas. Y no defrauda el interior. Es más, da más de lo que un título, a priori, tan tristemente romántico podría parecer. Y es que Los amores perdidos es algo más que una novela de amor. Aunque sí, lo hay, y mucho. Perdido y encontrado. Pero, además, nos ofrece un universo de historias aun más profundo que embriagan a quien se adentra en ella.
    La obra está ambientada en una isla indefinida que el autor deja flotar en el océano de nuestra imaginación, para que seamos los lectores quienes la ubiquemos en nuestro propio mundo literario. Dentro de esa ínsula, viviremos los principales acontecimientos en dos lugares concretos: El Terrero y Hoya Bermeja. ¿Los sitúan en el mapa? Se encuentran cerca del Macondo de Márquez y Mágina de Muñoz Molina, pueblos de novelas en los que se ambientan historia eternas e intemporales.
    Los acontecimientos, teñidos de motivos truculentos, amores, odios, envidias, rencillas y bondades, se desarrollan durante unos cincuenta años que fluyen entre dos siglos y que coinciden con nuestro pasado más próximo.
     En este largo periodo de tiempo, los múltiples personajes que pueblan la escena aparecen, desaparecen, evolucionan, nacen, mueren, entran y salen de la trama a un ritmo desigual y por motivos de diversa índole. Entre ellos se entablarán relaciones de parentesco, de afinidad, de rencores o pasiones, de dinero o de colaboración, de ayuda, de maldad y de amor. Nos sentiremos atraídos por unos y repudiaremos a otros. Sufriremos con sus cuitas y sonreiremos con sus aciertos. Amaremos y odiaremos como ellos lo hacen, y enjugaremos sus lágrimas con las nuestras, porque el autor tiene la maestría de lograr que identifiquemos a seres de ficción con nuestros iguales, alcanzando así el máximo nivel de verosimilitud al que puede optar un novelista.
    El argumento, discreto lector, no lo vas a leer en estas líneas. Nadie podrá relatar mejor esta historia que Miguel de León. Por ello, te invito a que te adentres en las calles de Hoya Bermeja, que subas por los caminos pedregosos que conducen a El Terrero y que conozcas a sus habitantes por ti mismo, porque seguro que, como yo, encontrarás mucho más que amor en Los amores perdidos.


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