Tras el nombre de Alejandra Fiódorovna Románova, última zarina rusa y esposa de Nicolás II, se oculta Alix de Hesse y del Rin. Nacida en Alemania, era nieta de la reina Victoria, quien estrechó vínculos con las casas reales europeas mediante los enlaces de sus hijas con otros miembros de la realeza continental, transmitiendo de paso con ellas la hemofilia que padecía su familia.
Llamadme Alejandra (Planeta, 2017) es el sugerente título con el que presenta Espido Freire (Bilbao, 1974) la biografía novelada de la última zarina rusa y con el que ha obtenido, además, el Premio Azorín de Novela 2017. Narrada en primera persona, la propia voz de Alix nos relata su vida mostrando cierta nostalgia del pasado y no poco recelo hacia el futuro.
El relato, como si de una confesión intimista se tratara, se inicia el 17 de julio de 1918, día en el que, sometidos a las decisiones del ejército Rojo, se les anuncia a los Románov que van a ser trasladados de manera inmediata de Ekaterimburgo a otro lugar.
En ese momento se inician las remembranzas de Alix: la relación de sus padres, su infancia con sus hermanos, las dificultades de su niñez tras la muerte de su madre, las estrecheces económicas por las que pasó su familia, la afectuosa relación con su abuela la reina Victoria, el distanciamiento de sus hermanas mayores tras estas contraer matrimonio, cómo conoció al joven zarévich Nicolás y cómo se enamoraron, sus renuncias por amor, su vida en Rusia, sus decepciones y alegrías como zarina, el nacimiento de sus hijas y la frustración por no parir a un varón tan deseado que cuando llega colma su vida, sus relaciones de amistad con distintos personajes, el inicio de las hostilidades y los atentados, la guerra, la revolución, la abdicación del zar y su caída en desgracia...
En sus palabras se mezclan la ilusión de la niñez y la juventud con la frustración ante los reveses de la vida. Entre las líneas descubrimos a una mujer débil de salud e insegura que se deja arrastrar por las opiniones de otros y a la que le afecta en demasía la visión que los demás tienen de ella. Ama Rusia, pero se siente despreciada e incomprendida por sus habitantes. Ama a su esposo, pero lamenta el rechazo de su suegra, quien la juzga y critica siempre que puede. Adora a sus hijas, pero siente que no hayan nacido varones. Quiere a su hijo y lo cuida con un afán lobuno de protección, pues el niño tan deseado ha heredado la enfermedad que portan las mujeres de su familia.
La narradora combina el recorrido por su pasado con momentos del presente que la angustian y nos ofrece su desgarrada visión de un futuro que, a cada segundo, se vuelve más incierto.
La historia termina con los testimonios e informes de otros personajes que vivieron parte de los sucesos y que aportan otra visión de los mismos para que sea el lector quien saque sus propias conclusiones. ¿Realmente Alejandra fue responsable de la caída del zar? ¿Está justificado el fin que tuvieron los Románov?
Quizá a través de estas páginas logremos acercarnos más a la última mujer que portó las joyas de la zarina rusa y entender así sus decisiones y actos. Alix nos invita a ello quitándose el peso de la corona y pidiéndonos simplemente Llamadme Alejandra.
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