El 24 de diciembre de 1935 moría José Marín Gutiérrez, más conocido como Ramón Sijé, quien da nombre a uno de los poemas más desgarradores y conocidos de Miguel Hernández, la "Elegía", fechada el 10 de enero de 1936, que figura en El rayo que no cesa (1936).
Amigo del poeta de Orihuela desde la adolescencia, compartían su pasión por la literatura y su visión del mundo. Sin embargo, los viajes a Madrid de Miguel y el contacto con Neruda y otros intelectuales, provocaron que el joven poeta cambiara su ideología política y religiosa, por lo que surgieron fricciones en la relación con su amigo Sijé, quien poseía un talante conservador. La última carta que envió José Marín a Hernández está fechada el 29 de noviembre de 1935, y en ella le reprocha su distanciamiento físico e ideológico, así como muestra el agravio que siente ante la dura crítica recibida por algunos de sus poemas. La amistad entre ambos se deterioró.
La madrugada del 24 de diciembre expiraba Ramón Sijé, con tan solo veintidós años, en su casa de Orihuela rodeado de sus allegados y consejeros espirituales. Josefina Fenoll, su novia, fue avisada del deceso al amanecer del día de Nochebuena y partió con premura a acompañar el cuerpo de su amado ataviada con el vestido negro que él le había regalado.
Miguel Hernández se encontraba a cuatrocientos kilómetros de esta tragedia, de la que no tuvo conocimiento hasta dos días después. Se lo comunicó su amigo Vicente Aleixandre, quien había leído la noticia del fallecimiento en una nota publicada en el diario El Sol. La angustia se adueñaría entonces de Miguel, puesto que la distancia le había impedido acudir al entierro de su amigo el 25 de diciembre y, sobre todo, haber estado a su lado antes de que exhalara para poder reconciliarse con él.
Aun así, Hernández logró hacer realidad el sueño de su amigo y publicó su obra poética, tal como le anunció a los padres de José Marín en un carta que escribió el 14 de enero de 1936:
(Madrid, 14 de enero de 1936)
Queridos padres:
Mi dolor es tan grande como el vuestro: no sé qué decir para consolaros, porque no encuentro palabras. Podéis creer que vuestro hijo está conmigo y lo tenéis en mí para desmentir a la amarga vida. No encontraba el momento de escribiros y ninguno me parece oportuno. Os pido mucho ánimo para seguir la lucha a la que nacemos todos condenados hasta que descansemos todos. Recibo muchas manifestaciones de cariño para vosotros y pienso ir a Orihuela para hacer lo que como hermano debo.
No os dejéis caer en el dolor desesperadamente y haceos cuenta que está aquí conmigo. Como yo me quiero hacer la ilusión de que está con vosotros. No quiero decir más: os abraza estrechamente vuestro hijo,
MIGUEL
Quiero que nadie toque sus libros ni papeles: he de hacer por la publicación de sus cosas y no se ha de perder ni tocar ninguna. Adiós.
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