El escritor estadounidense Stephen King (Maine, 1947) es ampliamente conocido por sus novelas de terror, muchas de las cuales han sido adaptadas al cine. Su acceso a la gran pantalla ha popularizado aun más sus obras, pero lo ha distanciado de algunos sectores críticos. Quienes se erigen en protectores de la perfección dudan de la valía de un escritor que es capaz de producir tanto y conectar con millones de lectores, pues parecen sostener la idea gongorina de que la buena cultura es exclusiva de las élites.
Pero ¿es realmente King un escritor de novelas comerciales planas o hay algo más tras las tapas de sus libros?
Stephen King ha publicado sesenta y una novelas (algunas de ellas bajo el seudónimo Richard Bachman tal vez para esquivar a la crítica), colecciones de cuentos, novelas cortas, guiones... En su haber se hallan conocidas historias de terror como Carrie (1974) -su primera novela que estuvo a punto de fenecer en una papelera-, El resplandor (1977), Cementerio de animales (1983), It (1986)...
Sin embargo, entre su ingente producción se puede descubrir a un escritor versátil y polifacético que es capaz de dominar con semejante maestría distintos géneros novelescos. Así, entre sus títulos descubrimos novelas policíacas (Mr. Mercedes, 2014), de misterio (Colorado Kid, 2005), de terror psicológico (Cujo, 1981), fantástica (la saga La Torre Oscura) o incluso de viajes en el tiempo (23/11/63, 2011).
Nunca he sido una seguidora acérrima de Stephen King; de hecho, no soy amante de la literatura de terror, pero reconozco que las obras suyas que he leído me convencen y merecen la pena ser reseñadas.
Entre mis favoritas hay dos historias de confesiones: la novela corta «Rita Hayworth y la redención de Shawshank», publicada dentro del volumen Las cuatro estaciones en 1982, y Dolores Claiborne (1992). En ambas, un narrador en primera persona relata sus vivencias a un narratario que no interviene en la exposición de los hechos. Además, las dos ocultan un sorprendente final del que el autor va dejando pequeñas pistas a lo largo del relato hasta alcanzar la resolución del conflicto. Y, cómo no, estas dos novelas han sido adaptadas al cine en sendas películas.
Tanto en El resplandor como en Cujo King manipula al lector para que sienta un miedo irracional ante determinadas situaciones. Cierto es que en la primera los personajes viven experiencias que podrían considerarse paranormales o simplemente paranoias provocadas por su propia mente; aunque no hay que negar que el pequeño Danny algo especial sí es. Sin embargo, en Cujo no hay nada más extraño que un simple perro con un ataque de rabia que aterroriza y sorprende a los personajes y a los lectores, pues nadie espera esa fiereza en un San Bernardo. Sí, como todos saben, también han sido llevadas al cine.
Como siento debilidad por los viajes en el tiempo, la extensa 23/11/63 está dentro de mis elegidas. A través de un agujero de gusano que se encuentra en un restaurante, Jake Epping viaja en el tiempo con la intención de impedir el asesinato de Kennedy. Sin embargo, las decisiones que toma no siempre son las adecuadas y se ve obligado a dar varios saltos temporales. No hay película, pero sí se filmó una serie.
Al leer a King con un mínimo de atención se puede observar que en sus obras toca temas profundos como las relaciones personales, la infancia, los malos tratos, el alcoholismo, la soledad... Sin duda hay una huella vital en sus historias, pero también un conocimiento muy amplio de la psicología y de las conductas humanas que refleja con mucho acierto en sus textos. Sus personajes son gente corriente que vive, experimenta y sufre, en definitiva, que siente como cualquier persona. Tal vez por eso sus historias convenzan a tanto público, porque el lector no ve entes de ficción, sino seres humanos como ellos mismos.
El estilo del norteamericano es muy acertado. Dedica los primeros capítulos a perfilar a los personajes, su presente y su pasado, sin que realmente pase nada de relevancia. Con ello logra despertar los afectos y desafectos de los lectores, que perdonarán o justificarán lo que le suceda a cada uno de ellos una vez la trama se pone en marcha y acontecen los hechos principales. Así, parece que se veía venir lo que iba a pasar, o se lo merece el personaje por todo lo que ha hecho. No obstante, a pesar de esas pistas, King siempre guarda un último cartucho, una sorpresa final con la que mantiene enganchado al lector hasta la última línea de sus relatos.
Quien lo considera un repetitivo autor de masas no conoce su obra ni se ha molestado en leerlo ni en analizar su estilo. Stephen King es capaz de enfrentarse a cualquier tema y escribir una gran historia sin retoricismos innecesarios, pues escribe con una fluidez que alcanza a todos los públicos.
Mi conocimiento de su obra aún es limitado, y estoy convencida de que todo lo que ha escrito no es igual de bueno, pero lo que he leído hasta ahora me convence. Y si no lo crees, léelo.
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