lunes, 11 de julio de 2016

Góngora, poeta único

    El 11 de julio de 1561 nacía en la ciudad de Córdoba Luis de Góngora y Argote, principal representante del culteranismo y uno de los poetas más relevantes del Barroco español.
    Su padre, notario real y un gran erudito que gozaba de una importante biblioteca, se había licenciado en Salamanca y deseaba que su primogénito siguiera sus pasos académicos. Sin embargo, pese a que inició estudios en esa universidad en 1576 y que permaneció en ella hasta 1579-1580, no consta que durante su estadía el joven Luis obtuviese ningún título; esto no se debe a falta de lucidez, sino a que dedicaba toda ella a las Musas de la poesía.
      Las primeras composiciones de Góngora datan de 1580, lo que evidencia que su vocación literaria se fraguó durante su etapa universitaria, hasta convertirlo en el escritor más renombrado de su época, elogiado incluso por Cervantes. Desde los inicios ya se percibe el carácter culto de sus obras, aunque combinará éste con letrillas y romances populares y se observará una importante vena satírica.
     Desde los catorce años, el joven Góngora había sido introducido en la vida religiosa a través de su tío. No obstante, a pesar de que tomó órdenes mayores, aunque no fue ordenado sacerdote, esta relación con el mundo eclesiástico se debe más a una necesidad de subsistencia que a una fe verdadera, pues era muy criticada por sus superiores la vida disoluta que llevaba: acudía a fiestas, trataba con comediantes y escribía letrillas profanas.
     A partir de los 28 años, Góngora combinó sus obligaciones de racionero con la poesía, por lo que hubo de viajar con cierta frecuencia. Entró así en contacto con el ambiente de la corte, que lo embriagó sobremanera a pesar de que sólo le ocasionó decepciones y ruina.
    En 1603 regresó a Córdoba y se lanzó a la búsqueda de un mecenas que lograra situarlo en la situación de privilegio que, según él, merecía su maestría poética. Mas en vano tocó varias puertas, ya que sus esfuerzos resultaron infructuosos. En esta época se desarrolló su conocida enemistad con el poeta conceptista Francisco de Quevedo. Cada vez se sentía más desengañado por las envidias y engaños cortesanos y anhelaba alejarse del mundanal ruido para vivir en soledad con la poesía (idea que corresponde al tópico literario "menosprecio de corte y alabanza de aldea" que se puso de moda durante el Barroco y que el propio Góngora reflejó en su letrilla "Ándeme yo caliente y ríase la gente").
     Entre 1612 y 1613 escribió sus dos grandes obras: Soledades y Fábula de Polifemo y Galatea. Surgieron numerosas críticas contra ambos poemas debido a sus metáforas excesivamente recargadas y a la ruptura que llevó a cabo Góngora de los géneros literarios, novedades que chocaron con los gustos clásicos de la época. No tardaron en surgir composiciones en las que se ponía en evidencia la labor del poeta cordobés, como el "Antídoto" de Juan de Jáuregui a las Soledades o el poema de Quevedo  "Quien quisiere ser culto en sólo un día...". Sin embargo, Góngora se sentía orgulloso de su estilo culterano, que lo diferenciaba de los demás y lo hacía original y único; así lo manifestaba el propio poeta: "Honra me ha causado hacerme oscuro a los ignorantes, que ésa es la distinción de los hombres cultos".
    A pesar de que en Córdoba se dedicara casi en exclusiva a la composición poética, Góngora no perdió su afán de medrar en la corte de Felipe III, donde se volvió a acomodar en 1617, aunque sus ansias se vieron de nuevo frustradas por su hábito dispendioso, ya que gastaba sus escasas rentas en el juego y la vida acomodada.
     Enfermo de esclerosis vascular, regresó a Córdoba. Allí fue cuidado por uno de sus sobrinos, a quien cedió los derechos de sus obras. Luis de Góngora falleció el 23 de mayo de 1627, y a pesar de que pidió ser enterrado junto a sus padres en la capilla de San Bartolomé en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, sus huesos no han sido identificados.
     Resulta curioso que el gran poeta culterano casi no publicara ninguna de sus obras en vida, a pesar de que éstas corrían de mano en mano y eran muy comentadas en los círculos literarios. Aunque en su testamento hace referencia a su "obra en prosa", lo único de este género que se conserva del autor son 124 cartas que ayudan a conocer sus contactos y su biografía. 
    No se puede afirmar que la obra de Góngora se pueda dividir en dos etapas, pues ya desde sus primeras composiciones se ven rasgos estilísticos que serán sobresalientes en sus Soledades y que alcanzarán hasta sus últimos poemas escritos en 1626. Su corpus poético está formado por letrillas, romances, sonetos, canciones y sus tres poemas mayores. En toda su trayectoria observamos una llamativa abundancia de léxico culto, continuas alusiones mitológicas, dislocaciones, incontables hipérbatos y metáforas que complicarán la forma del poema y así su comprensión.
    Este uso extremadamente culto de la lengua poética provocó cierto rechazo en sus contemporáneos y en los siglos posteriores, quienes sumieron al gran poeta cordobés en el olvido, hasta que un grupo de jóvenes y entusiastas escritores, en la Edad de plata de la literatura española, organizó un acto en homenaje a Luis de Góngora en Córdoba en 1927 para rescatar su memoria y su legado artístico, y de este hecho surgió el nombre que los aglutina: Grupo del 27.


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