martes, 31 de octubre de 2017

Días de muertos muy vivos

     En la actualidad es innegable la preponderancia del inglés como lengua de cultura internacional. No son pocos los ámbitos en los que solo se edita en ese idioma, que ha pasado a ocupar el lugar que en su momento tuvo el latín como vehículo de transmisión del saber común.
     Por ello, en las escuelas se apuesta por la enseñanza del inglés desde los primeros niveles educativos, puesto que se estima que la facilidad de adquirir usos lingüísticos es mayor durante la infancia. Como es de suponer, el aprendizaje de una lengua viene aparejado con el conocimiento de los hábitos culturales, usos y costumbres de su zona idiomática. De esta manera, nuestros niños saben lo que es la celebración anglosajona del 31 de octubre, denominada Halloween, y se suman a ella con alborozo, pues se divierten disfrazándose de brujas, esqueletos, vampiros o zombis y recibiendo golosinas en las casas de sus vecinos.
     No solo en los colegios se anima a conmemorar esta fiesta, la globalización también alcanza a la cultura, por lo que los centros comerciales, salas de cines y vendedores de lo que sea nos recuerdan continuamente la importancia de adoptar hábitos foráneos (tal vez sin siquiera conocer su origen y significado), puesto que si no pecamos de antiguos o carcas, es decir, nos quedamos out.
     En nuestra cultura, históricamente cristiana, el 1 de noviembre se celebra el Día de Todos los Santos desde que el papa Gregorio III lo instaurara en la primera mitad del siglo VIII. En esta jornada se recuerda a los difuntos que, habiendo superado el Purgatorio, han sido santificados y gozan de la vida eterna ante la presencia de Dios, por lo que no solo se conmemora a aquellos que han sido canonizados y aparecen en el santoral. Al día siguiente, el 2 de noviembre, tiene lugar el Día de los Fieles Difuntos o Día de los Muertos, jornada en la que se recuerda y se reza por aquellos que han abandonado recientemente la vida terrenal y las almas que aún permanecen en el Purgatorio.
     En España tradicionalmente el 1 de noviembre se acude a los cementerios a colocar flores en las tumbas de los familiares fallecidos (aunque desde hace años se ha adelantado esta labor en muchos lugares a la víspera, 31 de octubre), se celebran misas y se comen dulces típicos de ese día: buñuelos de viento (se cree que por cada buñuelo que se come se salva un alma del Purgatorio), huesos de santo o panellets. Al día siguiente, se celebran misas de nuevo (incluso en los propios camposantos) y se recuerda a los seres queridos que ya no están. 
    Otra tradición española es representar Don Juan Tenorio de José Zorrilla la noche del 31 de octubre. Existen varias teorías en torno al motivo que justifica este hábito. Algunos señalan que Zorrilla escribió la obra un 1 de noviembre; otros, que en ese día se desarrolla la segunda parte del Tenorio, cuestión que queda desmentida si leemos la acotación inicial del acto primero de esa segunda parte en el que se indica que "la acción se supone en una tranquila noche de verano y alumbrada por la luna"; por último, hay quienes estiman que se fijó esa fecha porque el 1 de noviembre de 1860 se estrenó por segunda vez esta tragedia con gran éxito, muy al contrario de su primera representación dieciséis años antes, cuando no destacó y permaneció poco tiempo en cartel. Lo que sí es cierto, es que esa segunda parte de Don Juan acontece en un cementerio, en el que se confunden los cuerpos de los vivos con las almas de los muertos y cuyo contenido puede provocar temor y temblor.
     Canarias tiene sus propias tradiciones durante estas fechas. Además de enramar los cementerios limpiando las tumbas y adornándolas con flores, se recuerda a los ausentes mediante la colocación de velas tanto en los camposantos como en las viviendas, se les honra con misas y se elaboran torrijas o rebanadas de pan. Los niños solían ir por las casas pidiendo el Pan por Dios o Los Santitos y recibían de sus vecinos productos de temporada de la tierra (naranjas, manzanas, castañas, higos pasados, huevos de corral...), aunque actualmente son pocos los municipios donde se sigue llevando a cabo esta costumbre (San Juan de la Rambla, Garachico...). También era habitual reunirse en familia para comer y recordar anécdotas de los fallecidos o contar historias de miedo que asustaban sobre todo a los más pequeños. Al Día de Difuntos, quizá por influencia portuguesa, se le denomina también Día de Finados.
     Como podemos ver, tanto las tradiciones cristianas de Difuntos como la costumbre anglosajona tienen rasgos similares: ambas recuerdan a los muertos, poseen ese componente terrorífico y el participar con los demás. Esto se debe a que comparten un origen común celta que ni la romanización ni el cristianismo lograron eliminar, sino que tuvieron que asimilar a sus propios hábitos. De hecho, se trata de conmemoraciones sucesivas, puesto que Halloween significa "víspera de Todos los Santos".
     No niego que Halloween pueda tener un atractivo aliciente por los disfraces y la fiesta que implica, pero tal vez esta celebración no debería hacernos olvidar las costumbres propias, que, al fin y al cabo, hemos heredado de nuestros antepasados y que no deberíamos dejar caer en el olvido, puesto que lo que no se recuerda, muere.



3 comentarios:

  1. ¡Excelente artículo! Erminda¡En una bella prosa: Totalmente de acuerdo contigo, un abrazo

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  2. Con tu permiso, lo publico con tu nombre y dirección, mañana en mi página. No ha encantado, tanto a Mamen -mi mujer- como a mí. Otro abrazo

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    1. Muchísimas gracias, Francisco. Me halaga que les haya gustado. Sí, puedes publicarlo en tu blog si así lo estimas. Será un placer compartirlo. Un abrazo.

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