Nunca, sin saber bien por qué, dejarán de mirar hacia
arriba cada vez que pasen bajo una escalera. Y es que no es fácil abandonar una
costumbre arraigada desde la infancia.
Siendo aún muy niños sufrieron la prematura muerte de su madre, por lo que su tía se mudó a vivir con ellos para cuidarlos. Era una mujer de carácter tan seco como su cuerpo, estricta y envarada, que siempre iba ataviada con una camisa abotonada hasta el cuello y una enorme falda de lana negra que la cubría hasta los tobillos. Los pequeños se escondían y observaban curiosos a través de los peldaños de madera el recto subir y bajar de su tía por la escalera, para descubrir qué misterioso secreto se ocultaba bajo la pesada tela oscura.
© Erminda Pérez Gil, 2016
Siendo aún muy niños sufrieron la prematura muerte de su madre, por lo que su tía se mudó a vivir con ellos para cuidarlos. Era una mujer de carácter tan seco como su cuerpo, estricta y envarada, que siempre iba ataviada con una camisa abotonada hasta el cuello y una enorme falda de lana negra que la cubría hasta los tobillos. Los pequeños se escondían y observaban curiosos a través de los peldaños de madera el recto subir y bajar de su tía por la escalera, para descubrir qué misterioso secreto se ocultaba bajo la pesada tela oscura.
© Erminda Pérez Gil, 2016
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