viernes, 15 de marzo de 2019

Oda a María Ana, primer premio de axilas sin depilar de 1930

     Hablemos de María Ana y de sus axilas sin depilar.

     Hablemos también del Destino.
    Agustín Espinosa, alcantarillero de sueños adversos.
    Agustín Espinosa, coleccionador de azucenas innumerables.
    Enamorados de María Ana.
    Jinetes de su sexo único.
    María Ana, vacilante ente los dos Agustines.
    ¿Habría de acabar la empresa quebrando amistades, como en las canciones antiguas: HE AQUÍ QUE LA ROSA ES TUYA, VENCEDOR?
     Pero dejar 3.114 vellos resabidos, para inventar 489+489 vellos olvidados —para descubrirlos— era ya cosa de aventuras de ahora.
     María Ana no había comprado nunca hojas Gillette.
     María Ana tenía 489 vellos en el hoyo de cada una de sus axilas.
    Y esto lo vieron coleccionador y alcantarillero.
    Únicamente por sus vientos propios eran luego uno y otro gobernados.


***

     Fue así.
     Fue tras remontar el vientre sin una arruga de María Ana.
     Antes que la gota de sudor que bebiera en su ombligo se secara del todo.

               Y por huir de su pecho derecho.
               Y por saltar sobre su pecho izquierdo.
               Cómo descubrí mi oasis del Oeste:
               La axila derecha sin depilar de María Ana.
               Cómo descubrí mi oasis del Este:
               La axila izquierda sin depilar de María Ana.

     Tengo aún en mi boca el cosquilleo de la radiosa axila que María Ana destapó, al levantar su brazo derecho, para celebrar el regocijo de podérseme dar en un bello erizo asustado.
     Tengo aún en mis ojos el primer centelleo de la estrella negra que María Ana encendió, al levantar su brazo izquierdo, para celebrar el regocijo de podérseme  dar en un bello erizo incendiado.
     Con esencia de sudor en las axilas, María Ana, se fabricará el perfume integral que arruinará a las actuales perfumistas del mundo y acabará con las futuras industrias perfumistas del submundo.
     Con el hueco rosa y caoba de tus axilas sin depilar, María Ana, haré el nido bando donde mi lengua empolle sus horas más claras.
     Cada vello, y aún cada fragmento de vello, de tus axilas, María Ana, sabe un vocablo nuevo que enseñar a mi sexo casi analfabeto frente a la sabiduría de 489 vellos de cinco años.
     Cada centésima, y aún cada milésima de centímetro cuadrado de tus axilas tendrá un recuerdo de mis dientes de aprendiz de mordedor de axilas sin depilar.
     por tu ejemplo sólo, niña peluda, volverán a florecer rosas doradas o negras junto a los pechos blancos de las mujeres de mañana.
     Por tu ejemplo sólo venderá la casa Gillette, en 1931, diez millones de hojas de afeitar menos, y podremos dialogar sobre las axilas de las girls y de las cocotas.

***

     Tus axilas únicamente, María Ana.
     No esperes nada de tus pechos, demasiado próximos, para eternizar a lo eternizante y verdadero.
     No esperes nada de tus muslos, que el remate de la media negra hace más deseados.
     No esperes nada de tus caderas de jaca de reyes.
     No esperes nada de tu vientre, que aprendió su curva en una concha bastante rosada.
     Ni de tu boca.
     Ni de tu cuello.
     Ni de tus piernas, siempre de luto voluntario.
     Ni menos aún de tu sexo, que semeja una campana recién nacida.
     Sólo tus axilas, María Ana, te han traído el epinicio primogénito y te traerán los epinicios futuros.

***

     Al borde de tus dos fuentes negras se asomarán todos los nuevos hombres de Europa.
     Beberán, únicamente, los que deban beber: los iniciados en la caricia indeclinable; los verdaderos catadores de axilas sin depilar.
     Para estos, manosearás picos de estrellas y lomos de nubes, María Ana. Despedirás amigos desde extremos de muelles o ventanillas de vagones, desde cubiertas de barcos o desde bordes de andén.
     Saludarás a la manera deportiva, que has aprendido en los campos de fútbol.
     Cogerás nidos altos y descolgarás cuadros, estirando tu cuerpo en su estiraje más estirado.
     En otros casos, te bastará con acariciarte graciosamente las rodillas.
                                          Agustín Espinosa, en  Extremos a los que ha llegado la poesía española, n.º 1, Madrid, marzo de 1931
Si desea saber más sobre el autor y su obra puede hacerlo aquí.

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