miércoles, 5 de marzo de 2025

Las propiedades de la sed

    En 2016 Marianne Wiggins (Lancaster, Pensilvania, Estados Unidos, 1947) trabajaba en un libro sobre Gertrude Stein y Alice B. Toklas, una obra teatral sobre la reina Lear, unas memorias tituladas Cómo escribir una novela, además de cuentos, poemas y una novela inacabada, cuando se vida se vio truncada por un ictus que sorprendió a su cardiólogo mientras la intervenía para implantarle un estent. Nadie esperaba que una cirugía sencilla se complicara de esa manera y que pusiera en jaque a la paciente. Las consecuencias de los coágulos que hubo que extirpar en su cabeza fueron numerosas: pérdida de memoria reciente, del lenguaje, la movilidad, la visión. Así lo relata su hija, Lara Porzak, en el epílogo de Las propiedades de la sed, novela que permaneció dormida hasta que, gracias a su ayuda y a la de algunos conocidos, lograron que su madre terminara los capítulos que quedaban pendientes. Así, en 2021 el texto estuvo terminado, fue publicado en Estados Unidos un año después y editado en español por Libros del Asteroide en 2024 con la traducción de Celia Filipetto.
    Entendemos la desesperación de Lara por recuperar la memoria y las capacidades perdidas de su madre al revisar su trayectoria literaria. Además de impartir clases de creación literaria, es autora de nueve novelas, entre las que destacan John Dollar (1989) y Evidence of Things Unseen, finalista del premio Pulitzer de ficción y del National Book Award, además de otros premios y reconocimientos. ¿Cómo perder entonces la posibilidad de ver publicada la que podría ser su última novela? Y, sobre todo, de esta gran novela.
    Las propiedades de la sed enumera en once capítulos cada una de estas propiedades, desde la sorpresa hasta la evaporación. A lo largo de seiscientas páginas conocemos la historia de los gemelos Rhodes, Rocky y Cas, quienes, a pesar de tenerlo todo, optan por una estilo de vida que difiere de sus orígenes familiares y se alejan del bullicioso Nueva York para aislarse en un pueblo del desierto de California, en el valle de Owen, donde tendrán que disputar con el Departamento de Aguas de Los Ángeles la propiedad de los acuíferos de la zona. En su rancho, Rocky vive con su esposa francesa y sus hijos, Sunny y Stryker, hasta que ella fallece y su hermana acude en su auxilio.
    La trama central se ambienta durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los protagonistas ya son adultos. Tras el ataque a Pearl Harbor el gobierno norteamericano impone la Orden Ejecutiva 9066 que establece una zona de exclusión para los ciudadanos de ascendencia japonesa a quienes se les prohíbe vivir en la Costa Oeste de Estados Unidos. Para ello, se crean centros de internamiento para recluir a todos aquellos que residen en esos territorios. Uno de los campos se ubica en el Manzanar, una antigua finca de manzanos que se extiende frente al rancho de los Rhodes. Para su creación y control envían a Schiff, un joven abogado judío de Chicago cuyo primer contacto con la tierra es ese.
    La familia Rhodes se ve involucrado en el asentamientos de más de diez mil japoneses en este centro y colaboran en lo que les es posible para facilitarles la vida allí, sobre todo Sunny, la hija cocinera de Rocky, quien heredó esa virtud de su madre.
    Esta novela se articula sobre tres vertientes: la histórica, con una crítica velada a la decisión del gobierno norteamericano; la culinaria, pues se sucede la elaboración de platos y recetas de diversos manjares relacionados con los acontecimientos; y la amorosa, ya que la pasión, hacia la pareja, la familia o la naturaleza, aflora en las páginas del libro en distintos personajes incluso en los momentos más complicados, porque, como señala una máxima que se repite, «No puedes salvar lo que no amas».
    Las propiedades de la sed es una novela redonda escrita con un estilo muy particular que, en ocasiones, rompe la estructura tradicional de la prosa para mezclar tres idiomas en un texto que forma un mosaico de culturas y razas que comparten una necesidad común: el agua, epicentro de toda la historia y creadora del conflicto. Pese a su escasez, parece que todo termina sumergiéndose bajo ella como se fuese el origen y fin de la vida.
      Pero, además de relatar unos hechos, la autora nos invita a reflexionar sobre los acontecimientos, las pasiones y sobre el propio devenir de la vida, porque, ¿cuál es el alimento perfecto?
    Su lectura es más que recomendable por su ligereza estilística, pero por la profundidad de una historia que conmueve a quienes se adentran en ella. Ojalá Marianne Wiggins pueda sorprendernos con otra novela.


 


    

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