viernes, 17 de febrero de 2017

Amor de verano

Había leído en numerosas revistas que los amores de verano eran tan apasionados como fugaces. Conocía todas sus características teóricas y había realizado incontables cuestionarios hasta convertirse en una experta en esas lides.
Era muy metódica, así que, tras aprender los conceptos, se aplicó concienzudamente a la práctica. Le resultó fácil capturar a un incauto que cumpliese el perfil y que cayese rendido a sus pies. A partir de ese momento, se dedicó con ahínco a vivir todas las anheladas experiencias, y, a medida que estas sucedían, las iba tachando con diligencia de la lista que había confeccionado en una libretita de cuadros. Todo marchaba según el orden establecido hasta que, al término del verano, se encontró con un duro escollo: su amante, enamorado de sus ojos hasta la médula, se negaba a acabar con la relación.
Ella, tenaz cumplidora de objetivos, intentó romperle el corazón de mil maneras distintas. Pero como nada lograba desalentarlo, la última noche de estío, de una pedrada, le partió la cabeza. Y por fin, contenta de haber alcanzado su meta, tachó el último punto del inventario.

© Erminda Pérez Gil, 2017.


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