"Estos días azules y este sol de la infancia"

      El 22 de febrero de 1939 se extinguía para siempre en Coillure (Francia) el sol que iluminaba la vida de Antonio Machado.

      El vate, que se mantuvo fiel a la República desde el inicio de la Guerra Civil, había sido evacuado de Madrid y conducido a Valencia en noviembre de 1936. Desde allí colaboraba en las publicaciones republicanas y hacía campaña literaria (participó en la revista Hora de España y acudió al Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la República). La guerra no sólo cumplía los peores augurios que Machado había anunciado en sus poemas ("una de las dos Españas / ha de helarte el corazón"), sino que también quebró su amor de madurez por la Guiomar de sus versos ("De mar en mar entre los dos la guerra").

    Tras la retirada republicana ante el avance del ejército nacional, en enero de 1939 el poeta se traslada a Barcelona para, a través de los Pirineos, alcanzar el exilio en tierras francesas. En ese triste peregrinaje de huida de la patria que se descompone, lo acompaña su madre, una anciana de 85 años que escapa junto a su hijo en una ambulancia. Ambos quedan abandonados en la frontera bajo una intensa lluvia que empapa sus ropas y su dignidad. Los papeles de Antonio quedaron olvidados en el vehículo que se había marchado, pero logran que se les permita cruzar hacia la libertad que les otorga el país galo.

    El 28 de enero, y tras diversas gestiones burocráticas, llegan a Coillure. El poeta, enfermo, triste y deteriorado, tan solo salió una vez de la pensión en la que se habían instalado. El 19 de febrero Antonio empeora y la muerte le arranca el último hálito el día 22 por la tarde, un miércoles de ceniza frente al mar. Tres días después, el 25 de febrero, su madre sigue a su hijo y lo acompaña en el camino de la eternidad.

      En el último verso que dejó escrito, Antonio Machado evocaba, cómo no, su añorada niñez: "Estos días azules y este sol de la infancia".