Juego de extremo izquierdo. Muevo muy bien
el balón por ese lado del campo, abro la defensa contraria y facilito el gol. Al
menos eso dice mi entrenador, que siempre me está animando para que no deje el
equipo. Él es el primero que mostró interés por mi habilidad con la zurda, porque
otras personas sólo veían dificultades en que me manejara con el lado izquierdo
del cuerpo. El míster es alguien que sabe ver la parte buena de cada uno, seas
como seas, como a Poli, que es gordito y corre poco, pero lo ha convertido en
un buen portero y ya no se siente acomplejado.
Solemos jugar partidos cada semana
con equipos de otros pueblos. Ya en el mío están acostumbrados a vernos, pero
cuando nos toca ir de visitantes y saltamos al campo, la gente se sorprende, se
ríe, silba o protesta al árbitro. Algunos incluso quieren que se suspenda el
choque y que le den la victoria al equipo local sin haber jugado, y, si no les
hacen caso, llueven los insultos y las palabras malsonantes sobre el césped.
Mientras, sobre mí caen múltiples empujones, patadas y zancadillas de los
contrarios, además de guarradas que es mejor no repetir. Hay malas lenguas que
murmuran que sólo me permiten jugar porque no hay otro zurdo que ocupe ese
puesto, ¡qué sabrán ellos!
Al principio, cuando pasaban estas
cosas sentía una vergüenza enorme, quería esconderme en el vestuario y llorar a
moco tendido. Pero como sé que mis compañeros me apoyan y mi entrenador y mi
familia también, hago lo que me dijo mi madre: “oídos sordos a la ignorancia”. Corro
por mi banda, regateo a los contrarios y disfruto del partido ganemos o no.
Antes de jugar al fútbol practiqué
natación y taekwondo, incluso alcancé el cinturón verde en esta disciplina, pero
lo dejé por el balón. Me enamoré de este deporte y me encantaría seguir en mi
club, pero mi entrenador dice que no va a ser posible. Según me explicó, la
federación solo permite que existan equipos mixtos hasta los doce años; a
partir de esa edad, las chicas debemos abandonar a nuestros compañeros y buscar
un equipo femenino si queremos seguir compitiendo. El problema es que en la zona
en la que vivo no hay ninguno y voy a tener que renunciar a lo que más me gusta.
Lo que me pregunto es qué diferencia hay
entre un lateral izquierdo chico y yo, porque ambos controlamos la pelota con
la pierna zurda. Si hombres y mujeres somos semejantes, si todos somos personas,
vistamos la camiseta del color que sea, como publicita la FIFA, ¿por qué no hay igualdad para que podamos jugar juntos?
© Erminda Pérez Gil, 2017.
#historiasporlaigualdad
© Erminda Pérez Gil, 2017.
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