domingo, 12 de marzo de 2017

Extremos

Juego de extremo izquierdo. Muevo muy bien el balón por ese lado del campo, abro la defensa contraria y facilito el gol. Al menos eso dice mi entrenador, que siempre me está animando para que no deje el equipo. Él es el primero que mostró interés por mi habilidad con la zurda, porque otras personas sólo veían dificultades en que me manejara con el lado izquierdo del cuerpo. El míster es alguien que sabe ver la parte buena de cada uno, seas como seas, como a Poli, que es gordito y corre poco, pero lo ha convertido en un buen portero y ya no se siente acomplejado.
      Solemos jugar partidos cada semana con equipos de otros pueblos. Ya en el mío están acostumbrados a vernos, pero cuando nos toca ir de visitantes y saltamos al campo, la gente se sorprende, se ríe, silba o protesta al árbitro. Algunos incluso quieren que se suspenda el choque y que le den la victoria al equipo local sin haber jugado, y, si no les hacen caso, llueven los insultos y las palabras malsonantes sobre el césped. Mientras, sobre mí caen múltiples empujones, patadas y zancadillas de los contrarios, además de guarradas que es mejor no repetir. Hay malas lenguas que murmuran que sólo me permiten jugar porque no hay otro zurdo que ocupe ese puesto, ¡qué sabrán ellos!
            Al principio, cuando pasaban estas cosas sentía una vergüenza enorme, quería esconderme en el vestuario y llorar a moco tendido. Pero como sé que mis compañeros me apoyan y mi entrenador y mi familia también, hago lo que me dijo mi madre: “oídos sordos a la ignorancia”. Corro por mi banda, regateo a los contrarios y disfruto del partido ganemos o no.
            Antes de jugar al fútbol practiqué natación y taekwondo, incluso alcancé el cinturón verde en esta disciplina, pero lo dejé por el balón. Me enamoré de este deporte y me encantaría seguir en mi club, pero mi entrenador dice que no va a ser posible. Según me explicó, la federación solo permite que existan equipos mixtos hasta los doce años; a partir de esa edad, las chicas debemos abandonar a nuestros compañeros y buscar un equipo femenino si queremos seguir compitiendo. El problema es que en la zona en la que vivo no hay ninguno y voy a tener que renunciar a lo que más me gusta.
Lo que me pregunto es qué diferencia hay entre un lateral izquierdo chico y yo, porque ambos controlamos la pelota con la pierna zurda. Si hombres y mujeres somos semejantes, si todos somos personas, vistamos la camiseta del color que sea, como publicita la FIFA, ¿por qué no hay igualdad para que podamos jugar juntos?

© Erminda Pérez Gil, 2017.
#historiasporlaigualdad

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