"Los últimos de Filipinas" fueron un destacamento español que permaneció sitiado entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899 en la iglesia de Baler, en la costa oriental de la isla de Luzón, en Filipinas, incluso cuando este archipiélago ya había dejado de estar bajo el dominio español.
Cincuenta y cuatro militares y un franciscano resistieron durante 337 días el asedio de las tropas filipinas, que los superaban ampliamente en número y recursos. De hecho, solo hubo dos muertos por herida de bala entre las filas españolas, mientras que ellos causaron a los atacantes 700 bajas entre heridos y fallecidos. Sin embargo, el peor enemigo al que tuvieron que enfrentarse los militares españoles no fueron los tagalos, sino el hambre y las epidemias que sufrieron durante el largo encierro. Debido a la mala alimentación y al hacinamiento en un lugar reducido, oscuro y poco ventilado, murieron quince militares españoles de disentería y beriberi, entre ellos el capitán Enrique Las Morenas, comandante de la guarnición.
La incomunicación a la que sometieron los insurrectos al pueblo de Baler al inicio de los altercados provocó que el destacamento español permaneciera once meses encerrado, pues no tuvieron conocimiento oficial de la destrucción de la flota española en Manila. Los rebeldes intentaron parlamentar con los sitiados hasta en nueve ocasiones para que depusieran las armas informándolos de que España ya no era propietaria de Filipinas; sin embargo, los soldados se negaban a aceptar la derrota de las tropas españolas y aun menos admitir la rendición, pues se trataba de un asunto de honor. El capitán las Morenas manifestó: "La muerte es preferible a la deshonra". El gobierno español también envió emisarios para hacerles saber las circunstancias políticas en las que se encontraban, pero fueron despedidos con cajas destempladas por los mandos, quienes no creían en la veracidad de sus palabras.
Cuando los treinta y tres supervivientes abandonaron la iglesia de Baler comandados por el teniente Martín Cerezo, fueron despedidos con honores por los soldados filipinos, quienes los admiraban tanto por su capacidad militar como por su obstinación. La estrategia planteada para defender el sitio de Baler ha sido un modelo a seguir en escuelas militares de diversos países desde entonces.
Estos hechos históricos sirven de base a Juan Manuel de Prada para su novela Morir bajo tu cielo (Espasa, 2015). No obstante, y tal como advierte el autor, en la trama se introducen personajes y acciones que no se corresponden fielmente con los acontecimientos reales, puesto que, como bien aclara Prada, no se trata de un libro de historia ni de una biografía, sino de una novela, lo que da pie al escritor a hacer volar la imaginación para trenzar lo real con lo verosímil.
La novela no se centra en describir de manera pormenorizada las duras condiciones del largo sitio, sino que se extiende en relatar quiénes eran los implicados y qué circunstancias los llevaron a Baler. Se trata entonces de una novela de personajes, más que de hechos, que nos ayuda a conocer cuál era la situación política de Filipinas, cómo se vivía allí, qué costumbres mantenían, en qué condiciones se hallaba la población nativa, por qué lucharon por escindirse de España...
El autor nos lleva de los lugares más exclusivos a los más sórdidos; de los personajes más ilustres a los más rastreros; de los sentimientos más honorables a los más bajos instintos, sin que perdamos en ese continuo vaivén el norte de la historia. Además, nos presenta el temible Katipunan y tropezamos en la selva con los feroces ilongotes.
La amalgama de personajes refleja los distintos estamentos y sectores sociales implicados en los acontecimientos. Conoceremos a los militares, tanto a los de alta graduación a los que solo les importan los méritos y los honores, como a los simples soldados, pobres que se ven obligados a zarpar rumbo a Filipinas por no poder pagar la cuota que los eximiría del servicio militar; políticos de mala calaña que persiguen su beneficio mientras arruinan el país; piadosos religiosos sin aspiraciones frente a los que persiguen la gloria; abanderados de una causa que arriesgan la vida y derraman la sangre de los infelices a los que encandilan con palabrería manida y vacua; buitres que sobrevuelan los conflictos en busca de carroña; personas que, sin pretenderlo, se ven envueltas en una guerra que no entienden y que los arrastra.
Además de novelar hechos históricos y salpimentarlos incluso con escenas de amor, Morir bajo tu cielo contiene una crítica tenaz hacia la política española y sus representantes, quienes son los responsables de los desastres nacionales tanto dentro de sus fronteras como en el exterior. Una mala gestión basada en el enriquecimiento particular y en el tapadillo y la actitud pusilánime de unos dirigentes corruptos, es lo que provoca que un puñado de infelices se jueguen la vida por una patria que los ningunea y los abandona y a la que poco le importan las consecuencias de sus desacertadas y estultas decisiones.
Morir bajo tu cielo no es un panfleto patriótico que ensalza la gesta de la bravura española y reivindica los valores de don Pelayo y el Cid. Juan Manuel de Prada cuestiona las determinaciones políticas, reflexiona sobre el significado de la patria, deja en entredicho la cordura de quienes se negaban a aceptar una y otra vez que el imperio se deshacía y nos hace ver los intereses espurios que provocaron la independencia de Filipinas. Una lectua, en definitiva, que anima al conocimiento y a la reflexión.
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