viernes, 16 de junio de 2017

La Regenta

     Pocos son los autores que con su primera obra han alcanzado la cima literaria. Tal es lo que sucedió con Leopoldo Alas (1852-1901), conocido como "Clarín", quien se estrenó en la narrativa creando todo un clásico, La Regenta.
      Según afirmó el propio autor, la fue escribiendo poco a poco, a fragmentos que iba enviando a su editor. La primera parte la terminó en mayo de 1884, y, aunque fue publicada ese mismo año, no se comercializó hasta enero de 1885. Seis meses después, aparecería el segundo tomo.
      Esta novela, ejemplo del Realismo español, sigue la estela de dos clásicos de la literatura europea del siglo XIX: Madame Bovary (1856) del francés Gustave Flaubert, y Ana Karenina (1877) del ruso Lev Tolstói. En los tres casos, el título de la obra coincide con el de la protagonista, una mujer casada de buena posición que infringe las convenciones sociales por amor, o más bien, por tedio y ganas de vivir. Aunque median varias décadas entre ellas, la reacción social en sus respectivos países tras su publicación fue de rechazo e indignación, pues en ellas se cuestionan las bases de sociedades burguesas basadas en las apariencias que condenan a la mujer al sometimiento y el desprecio. En el caso de la novela española, fue duramente criticada por el obispo de Oviedo, ya que en ella se cuestionan, además, los estamentos eclesiásticos con bastante dureza.   
     En La Regenta se nos narra la historia de Ana Ozores, la joven esposa de don Víctor Quintanar, regente de la Audiencia, con quien se casó por conveniencia de ambos. La diferencia de edad entre los cónyuges es notable, lo que también determina que no compartan aficiones e intereses (él adora la cacería y los pájaros; ella, la poesía y la religión), a pesar de lo cual conviven en aparente armonía sin excesos carnales. A ella se le critica en numerosas ocasiones su poco recomendable afición a los libros, que la convierten en una mujer peligrosa y posible candidata a caer en el pecado de la concupiscencia.
     El matrimonio reside en Vetusta (nombre tras el cual el autor quiso ocultar Oviedo), una ciudad de provincias que hace honor al nombre que le asignara "Clarín", pues en ella se vive en una atmósfera de costumbres arcaicas que asfixia a sus habitantes. En Vetusta impera una doble moral, quienes allí conviven aparentan honestidad pero se pudren de envidias y rumores. Nadie escapa a las lenguas viperinas que disfrutan despellejando a sus convecinos, por mucho que estos compartan mesa y mantel, ideología o principios, amistad o familia. No hay mayor satisfacción para un vetustense que lanzar al lodo a quien destaca por algún rasgo, ya que eso les hace sentir que sus limitaciones, imperfecciones o carencias no son tan graves. 
     Ana es una mujer hermosa, culta, elegante y pudorosa que se entrega a los dogmas de la fe. Tantas virtudes no pueden sino despertar los celos y la envidia de sus vecinas, señoras de la alta sociedad local que simulan ser sus amigas, pero que anhelan y persiguen verla caer en desgracia. Ellas, que se saben pecadoras y débiles de espíritu, no pueden consentir que Ana sea la única a la que no desgarren las lenguas maledicientes de la ciudad. Por ello, van a organizar una trama para que la inocente Regenta caiga en los brazos de don Álvaro Mesía, amigo de don Víctor Quintanar, a quien Clarín define como "el tenorio vetustense" por su envidiada soltería y sus numerosas conquistas amorosas.
      Sin embargo, esta historia no se queda en un manido triángulo amoroso, ya que encontramos un cuarto vértice en esta geometría del amor y del adulterio. Don Fermín de Pas es el joven y apuesto Magistral de la Diócesis vetustense, quien ha logrado medrar gracias al impulso de su madre, una tenaz mujer sin escrúpulos que domina a su hijo y al propio obispo de Vetusta. Don Fermín logra convertirse en confesor de la virtuosa Regenta y la manipula para que siga sus dictados. El magistral, en contra de sus votos, se enamora de Ana Ozores, y respeta su acuerdo matrimonial, pero no puede soportar los ataques tentadores que don Álvaro lanza hacia la que considera suya.
      El traje talar que viste don Fermín de Pas no lo aísla de las malas lenguas, pues en su entorno religioso no dejan de vigilarlo, juzgarlo y despedazarlo verbalmente por cualquier motivo, sea cierto o falaz, lo que le ocasionará numerosos quebraderos de cabeza.
      Ante este lío de intenciones y personajes la trama se complica y solo puede terminar de una manera cuando tres hombres compiten por una mujer: con la desgracia de esta.
      No obstante, discreto lector, te animo a adentrarte en las páginas de la novela para que puedas vivenciar por ti mismo los entresijos de una historia que se repite, con ciertas variantes, en determinados contextos actuales, en los que los infelices y amargados intentan defenestrar a aquellos cuyas vidas envidian.

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