miércoles, 14 de febrero de 2018

El origen de San Valentín

     El 14 de febrero se celebra en numerosos países el Día de los enamorados, festividad anhelada por muchos y aborrecida por otros tantos. Los que se erigen en contra de ella argumentan que se trata solo de una excusa comercial para que las parejas se sientan forzadas a comprar regalos y que el amor se debe exaltar a diario y no en una fecha señalada, algo en lo que coinciden con los románticos enamorados, para quienes cualquier excusa es buena para sacar su lado más sensible.
     Sin embargo, el origen de esta conmemoración parece no estar tan claro entre los usuarios, por lo que vamos a dar algo de luz sobre tan importante acontecimiento.
     El 14 de febrero la Iglesia Católica señala en el calendario la onomástica de San Valentín. Quién fue el que mereció la canonización parece no estar tan claro, pues en el siglo III coincidieron tres mártires cristianos con ese nombre: un obispo de Terni, un joven de la provincia de África y un médico de Roma. La leyenda le atribuye más méritos al último, pues se cuenta que este galeno, tras ordenarse sacerdote, casaba en secreto a las parejas infringiendo las órdenes del emperador Claudio II, quien prefería que sus soldados pensaran más en las armas que en las esposas. Al ser descubierto, el casador fue cazado en nombre del emperador, quien lo mandó encerrar. A partir de este hecho, las anécdotas sobre los sucesos que acaecieron son tan numerosas como fantásticas y depende del usuario darles crédito o no.
     Ahora bien, ¿por qué la Iglesia eligió esa fecha para ensalzar el amor humano y el fraterno? Como era habitual, el catolicismo fue anulando todas aquellas festividades dedicadas a deidades anteriores que podían despistar a los nuevos creyentes, y, en caso de no poder hacerlo, las camufló (como sucede, por ejemplo, con el Día de difuntos).
   En la antigua Roma se llevaban a cabo a mediados de febrero (entiéndase la adaptación del calendario juliano al gregoriano) las Lupercales, fiestas de origen pagano que exaltaban a Lupercus, protector de los pastores y sus rebaños, además de homenajear a la loba que amamantó a los fundadores de la ciudad, Rómulo y Remo. Hay quienes señalan que se trataba de festejos altamente lividinosos en los que los jóvenes, denominados "lupercos", iban desnudos por las calles persiguiendo a las féminas que hallaban a su paso para azotarlas con correas de piel de cabra, que simulaban miembros viriles, con el fin de fomentar la fecundidad.
     La injerencia de la Iglesia se llevó a cabo en el 494 d.C., cuando el papa Gelasio I decidió ocultar tamaño despiporre sexual tras una imagen más cándida y emotiva: el Día de los enamorados. Desde entonces, en esa fecha se recuerda a San Valentín como propiciador del buen amor que, como festividad religiosa, se estuvo celebrando hasta 1969, año en el que, durante el Concilio Vaticano II, se decidió eliminar la fiesta y mantener solo la fecha del santo.
     También hay quienes indican que en Gran Bretaña la relación entre San Valentín y los enamorados surgió en el siglo XIV, cuando Geoffrey Chaucer, autor de los Cuentos de Canterbury, los relacionó en su poema "The parlement of foules", escrito en 1380, en el que se relata cómo los pájaros se reunieron para elegir pareja el día de San Valentín (For this was on seynt Volantynys day / Whan euery bryd comyth there to chese his make).
     Según se recoge en determinadas fuentes, la comercialización del 14 de febrero se inició en la década de 1840 en Estados Unidos. Una norteamericana llamada Ester A. Howland comenzó a elaborar para esa fecha tarjetas con mensajes de amor y dibujos que vendía por unos centavos en la librería que regentaba su padre en un pueblo de Massachusetts y que tuvieron un éxito notable entre sus clientes más románticos.
    A partir de entonces, las tiendas se han dedicado a ofrecer innumerables opciones para que los enamorados demuestren a sus parejas cuánto las aman. Por su parte, los medios de comunicación, auspiciados por los comerciantes, no dejan de recordarnos que, si hay amor verdadero, ha de haber regalos, cenas, corazones y mucho, mucho romanticismo.

     

     

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