domingo, 8 de abril de 2018

La buena educación

Hoy debe ir por primera vez al instituto de secundaria. Está nervioso porque desea que todo salga bien. Quiere ofrecer buena imagen, que vean que es un chico con todas las capacidades adquiridas y que está preparado para la nueva fase.
            Llega a la hora adecuada y espera su turno mirando al suelo hasta que lo nombran. Entra en una aséptica sala blanca con mobiliario de metal gris que ofrece una sensación inicial muy agradable. Le indican que se siente en un cómodo sillón reclinable, que pose sus manos en los brazos del asiento y su cabeza en el respaldo. Al hacerlo, una especie de esposas gruesas rodean sus muñecas y sus tobillos para asegurar su inmovilidad. Un ligero hormigueo de inquietud remueve su estómago a pesar de saber que todo esto forma parte del proceso habitual. Respira profundamente y se concentra, es su deber.
            Un brazo retráctil se acerca a su cráneo. Cuando se halla a la distancia adecuada, se detiene y de su extremo surge un elemento punzante que ha de introducir un diminuto microchip en su hipocampo. Un mínimo pinchazo casi imperceptible le otorgará toda la información académica de cuatro cursos de secundaria en un único segundo. Los contenidos quedan almacenados en los lóbulos adecuados del cerebro y el usuario podrá acceder a ellos de manera sencilla; solo con el pensamiento podrá buscar la respuesta que necesita a cualquier pregunta que se le plantee. El pequeño chip contiene tanto textos escritos como audios, mapas interactivos e imágenes reales. Da igual el idioma en que se hallen, pues el interesado recibe a la par el dominio de las tres lenguas más importantes de la actualidad: inglés, español y landino (este último es el idioma internacional de las naciones), por lo que se facilita su comprensión.
            Una vez que está insertado, se lleva a cabo un recorrido virtual por el almacenamiento para que el receptor se familiarice con él. Podrá escuchar, leer o visionar la información dentro de su cerebro como si se tratara de recuerdos que tuviera recopilados en sus lóbulos. Esta fase es fundamental para evitar que el cliente pueda confundir los contenidos académicos con experiencias vividas y se produzca una evasión de la realidad irreversible. La respuesta de los usuarios suele ser muy positiva, pues aceptan la educación como un juego de búsqueda y no como un proceso arduo y tedioso, tal y como estaba institucionalizado en el pasado y que provocaba el abandono y fracaso de muchos individuos potencialmente aptos.
Las autoridades educativas están orgullosas de su proyecto ya que, además de que los resultados estadísticos son un éxito (tan solo un 0,002 por ciento de los injertados sufre rechazo mortal), se han reducido los costes en infraestructuras, mobiliario, material fungible y personal docente de manera espectacular. Además, la conflictividad escolar y el acoso han desaparecido, como es natural en cualquier sociedad civilizada.
Tras una hora de reposo el chico abandona el recinto. Ha recibido tal cantidad de información que sigue algo aturdido. Aun así, está satisfecho, de esta manera se ha evitado cuatro largos años de madrugones para soportar seis soporíferas horas diarias de clases. Al menos eso le han explicado, porque él realmente no sabe nada al respecto, pues nunca ha ido a la escuela ni ha visto ninguna.
        Sin embargo, en su lóbulo temporal se oculta un viejo y borroso recuerdo: una mujer mayor, cuyo rostro le es ligeramente familiar, le relata lo divertidos que eran los recreos del colegio y cómo jugaba con sus amigos. Esas palabras le suenan extrañas. ¿Qué es un amigo? Él siempre está solo, como es lo habitual en los seres humanos. Decide buscar ese término en el nuevo chip, pero lamentablemente no aparece. La palabra ha caído en desuso y ha sido eliminado del diccionario.

#Ciencia Ficción

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