martes, 4 de abril de 2023

La senda del perdedor

     En 1982 Charles Bukowski publica en Estados Unidos La senda del perdedor, una novela autobiográfica en que relata su vida desde su nacimiento en Alemania en 1920 hasta el bombardeo de Pearl Harbour, cuando cuenta con veintiún años. En 1985 la editorial Anagrama lo editó en español.
    Alemania sufre una grave crisis tras la Primera Guerra Mundial, por lo que la familia Bukowski decide trasladarse a Estados Unidos en 1923, cuando Charles es muy pequeño. Al asentarse en California, comienzan a llamar Henry al niño, de ahí que su protagonista tome el nombre de Henry Chinaski.
    El autor relata desde sus primeros recuerdos aún en Alemania, cuando cuenta con unos dos años. A partir de entonces, las siguientes imágenes que llegan a su memoria son en el país de acogida. El viejo coche de su padre, su abuela, su abuelo alcohólico despreciado por el resto de su familia, los hermanos de su madre y la miseria que los rodea.
    El retrato que dibuja de sus padres es poco grato: un padre autoritario, inseguro y violento que lo golpeaba para sentirse poderoso, y una madre pusilánime y consentidora que no protege a su hijo, sino que justifica las agresiones contra él. Se siente no deseado ni querido por sus padres y el miedo que siente al principio se va transformando en un odio acérrimo y deseo de venganza. 
    Vemos crecer al pequeño Henry en un entorno de miseria económica y moral. Su padre no lo deja relacionarse con otros niños y tiene dificultades sociales cuando acude a la escuela. Sus amigos son pocos y efímeros, algunos de ellos también marcados por el duro ambiente familiar y por la gran depresión que afecta a todas las familias humildes de su entorno.
    Tal vez sea el afán de su padre por ser rico y aparentar lo que no es lo que llevó al joven Bukowski a despreciar cualquier expectativa vital, a esperar solo vivir el presente y no pensar en ideales futuros, a no querer someterse a las normas sociales, a las convenciones, a estudiar, trabajar, formar una familia y envejecer sin haber vivido en plenitud.
    Conocemos de su mano los descubrimientos de la infancia y la adolescencia: la sexualidad, el propio cuerpo y el ajeno, la masturbación, los primeros cigarrillos y el alcohol, con el que se inicia a muy temprana edad y en el que descubre una peligrosa forma de sosiego.
    No es mal estudiante, pero no valora la escuela como una forma de progreso, desprecia la instrucción y las normas y continúa adelante porque así lo quieren los demás. 
    Su pubertad se ve marcada por una explosión exacerbada de acné que lo distancia aún más de los demás y que agria su carácter. Se siente acomplejado y feo en una etapa en la que todos quieren gustar y agradar.
    Todo esto marcará su camino, esa senda del perdedor que se va forjando desde su infancia y que lo arrastrará a lo largo de su vida hacia el alcohol, la inestabilidad económica y familiar y el deambular sin rumbo por una vida que desprecia y a la que solo resiste gracias a la escritura.
    Ese realismo sucio con el que se ha venido a denominar su obra viene marcado por su necesidad de contar las cosas tal como son a sus ojos, no quiere ocultar nada de lo que sucede porque la vida también es eso: el dolor, el sufrimiento, lo cruel o escatológico. Lo que no es políticamente correcto existe y hay que nombrarlo; mirar hacia otro lado no evita que suceda. Su estilo es sencillo, directo, sin florituras que distraigan al lector de los hechos, que es lo realmente importante; recuerda así los relatos descarnados de Hemingway.
    La maldición del escritor se forjó desde su niñez, no fue una elección madura. Y, desde luego, no pretende justificar su vida posterior ni ensalzarla; solo quiere mostrar cómo el pasado modela el futuro.


    
    

2 comentarios: