Ab urbe condita titula Tito Livio el texto en el que relata la historia de Roma «desde la fundación de la ciudad». A modo de réplica humilde, relatamos, mutatis mutandi, cómo se produjo tal día como hoy hace 529 años, la fundación de Santa Cruz de Tenerife y el por qué de su denominación. Sapere aude.
El 3 de mayo de 1494 desembarcó Alonso Fernández de Lugo con sus huestes en Tenerife. Sus intenciones eran espurias, deseaba conquistar la última y mayor de las Islas Canarias, la que destacaba por sus elevadas cimas en lontananza. El espacio era único; él, codicioso.
Al arribar en las costas de Añazo hincaron una cruz que expresaba sus intenciones: apoderarse de la nueva tierra e imponer su fe. En el lugar construyeron una campamento militar, el real de Santa Cruz, desde el que partirían para sus incursiones en el territorio ignoto. Este espacio fue el germen a partir del cual surgiría una población que tomaría el nombre dado al campamento.
Alonso Fernández de Lugo contaba con un ejército de unos dos mil hombres entre soldados peninsulares y canarios adheridos a su causa. Tras realizar pequeñas pesquisas y ganarse la voluntad de un puñado de guanches y de algún mencey de poca nobleza de cuyo nombre no quiero acordarme, el ejército invasor sufrió su primera derrota en la batalla de la matanza de Acentejo, lugar emblemático en la historia de la conquista de la isla, en el que los guanches, dirigidos por Bencomo, mencey de Taoro, conocedor de la orografía de su comarca, repelieron a lanza y pedradas a los foráneos.
Los castellanos desanduvieron sus pasos y se tomaron un tiempo para recomponerse, conseguir más medios humanos y materiales y asestar el golpe de gracia que terminaría un año después en la batalla de la victoria de Acentejo con la derrota guanche y la dominación en 1496 de la isla donde se ubica Echeyde, la morada de Guayota, el maligno.
Las costas de Anaga habían sido habitadas mucho antes de que llegasen los conquistadores; aun así, en el espacio del real se funda un caserío de pescadores que, gracias a su puerto, fue creciendo como núcleo urbano dependiente de la ciudad del Adelantado, La Laguna.
Tras la destrucción del puerto de Garachico en 1706 a consecuencia de la erupción del volcán de Trevejo, el puerto de Santa Cruz crecerá y con él la ciudad. En 1723 decide trasladar su residencia desde La Laguna al asentamiento costero el comandante general Lorenzo de Villavicencio, quien asienta en Santa Cruz la Capitanía General de Canarias.
En 1706 hubo una primera tentativa, y en 1797 los británicos intentan de nuevo apoderarse de la isla. Comandados por el contraalmirante Horacio Nelson, el 25 de julio se produce el combate entre tinerfeños y británicos que terminaría con el triunfo de los locales y la amputación de un brazo a Nelson por parte del cañón Tigre. La isla había resistido el embate de la poderosa flota británica ayudado por la canícula.
En 1803 Carlos IV otorga a la ciudad el título de «villa exenta» con la denominación de «Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife», lo que le permitiría tener su propio ayuntamiento y dejar de depender de la administración de La Laguna. En 1859 obtuvo el título de ciudad y el 1894 se le otorgó el título de «muy benéfica».
En 1833 se la nombraría como única capital de la provincia de Canarias. Sin embargo, debido a la pugna de La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria para arrebatarle esa denominación, en 1927. Durante la dictadura de Primo de Rivera, se produce la fragmentación en dos provincias: Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria.
A día de hoy, Santa Cruz de Tenerife es una ciudad de provincias que ha cerrado su acceso al mar por el que entraron conquistadores de diverso pelaje, y se ha ocultado tras los muros del puerto. Combina barrios de construcción tradicional con una nueva zona de expansión robada a la refinería que se asentaba junto a la zona metropolitana. Es un núcleo urbano tranquilo en el que destacan su auditorio diseñado por Santiago Calatrava y el Parque marítimo, obra del artista conejero César Manrique.
Por cierto, después de permanecer hasta el siglo XIX a la intemperie en el lugar donde fue enclavada, la cruz fundacional de Alonso Fernández de Lugo, con la que se celebró la primera misa católica en la isla, fue trasladada en en 1867 a la ermita de San Telmo. Sin embargo, desde 1896 se conserva en el altar mayor de la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Las malas lenguas comentan que la cruz fue robada en una ocasión, pero pudo ser recuperada.
Para mantener la tradición del asentamiento de la cruz en Añazo, cada 3 de mayo las Ramblas y otros espacios se pueblan con cientos de cruces decoradas con flores y diversos materiales que conmemoran la fundación de la ciudad.
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