El 30 de mayo de 1947 se publica en la editorial El Arca de Las Palmas de Gran Canaria Antología Cercada, recopilación de poemas de cinco autores: Agustín Millares Sall, Pedro Lezcano, Ventura Doreste, Ángel Johan y José María Millares. Los poemas surgen como culminación de un proceso de maduración y decantación poéticas, que había puesto en pie a toda una generación de jóvenes nacidos en los años veinte o un poco antes. Estos escritores, preocupados por los problemas humanos y sociales, se sienten limitados por el momento histórico que les toca vivir en su país, España. De ahí, que los poetas citados se identificaran en la empresa común de manifestar su disconformidad con la dictadura dominante, intentando romper los lutos, los inviernos, los infiernos. Son poetas que, en suma, se sienten «cercados» por el aparato represivo del Estado y la ausencia de libertades. Otras veces lo que se pretende es ironizar ante una sociedad absolutamente reglada, dirigida, marcadamente disciplinada, en la que a manera de los regímenes militares, todo se organiza y se controla por decreto.
Esta
Antología de tirada reducida, fue
enviada por los poetas a revistas literarias, a otros poetas peninsulares, y su
acogida inicial fue muy fría, aunque posteriormente recibió la admiración y los
elogios de importantes poetas e intelectuales peninsulares como Gabriel Celaya,
quien se muestra satisfecho con la actividad literaria que se está
desarrollando en Las Palmas, frente a la poesía superficial, sin compromiso,
nada humana, vacía de acercamiento a la realidad que se escribe en la
Península. Por ello, Antología Cercada
es manifestación pionera en España de la poesía social de posguerra, anterior
en ocho años a los considerados iniciadores de la misma, Gabriel Celaya (Cantos íberos) y Blas
de Otero (Pido la paz y la palabra), quienes publicaron estas obras en 1955.
Resulta
sorprendente que los poemas pudieran ver la luz a pesar de la férrea censura
ideológica del momento. Pero ellos, conocedores de las normas vigentes,
procuraron que la obra no pasara de las treinta y dos páginas para así eludir
la censura de Madrid. Los problemas les llegaron más tarde, en 1951, cuando
fueron sometidos a una fuerte represión política por ser poetas testimoniales.
Algunos
críticos señalan la influencia de Miguel Hernández en estos autores, y afirman
que la Antología de los jóvenes
poetas canarios «supone un enlace con su poesía militante, la de Viento del pueblo» (Páez Martín).
La
escasa difusión es su época hizo que este grito de inconformismo social no
lograra trascender las barreras insulares sino de manera tímida, pero sirvió de
ánimo para que otros autores peninsulares se orientasen hacia esta temática reivindicativa
tan necesaria en ese momento.
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