viernes, 29 de marzo de 2024

Los orígenes de la novela policiaca

     El género policiaco ha sido uno de los más populares desde su surgimiento en el siglo XIX y a lo largo del siglo XX. Sus normas son muy sencillas: un investigador (policía o detective) debe resolver un misterio criminal con el uso de su inteligencia. Sin embargo, sus rasgos iniciales han ido cambiando a lo largo del tiempo y han dado lugar a otras tendencias como la novela negra o el thriller.
    Aunque en el pasado literario se habían tanteado algunos rasgos del género policial en pasajes de la Odisea, como el encuentro entre el cíclope Polifemo y Ulises, o en el Quijote, cuando Sancho debe juzgar como gobernador de la ínsula Barataria, los críticos coinciden en señalar que el origen de la novela policiaca se encuentra a mediados del siglo XIX, con el surgimiento de las grandes ciudades y las publicaciones periódicas. Como señala Walter Benjamin, «El contenido social originario de la historia detectivesca es la difuminación de las huellas del individuo en la multitud de la gran ciudad».
    En abril de 1841 Edgar Allan Poe publica en la revista Graham's Magazine «Los crímenes de la calle Morgue», el primer relato de detectives de la historia. En él, un aristócrata que actúa como detective aficionado, C. Auguste Dupin, resuelve el asesinato de dos mujeres tras el fracaso de la policía. El éxito de este texto fue tal, que se le sumaron dos relatos más: «El misterio de Marie Rogêt» (1842-1843) y «La carta robada» (1844), protagonizados de nuevo por el detective Dupin. Algunos críticos añaden a esta trilogía «El escarabajo de oro» (1843) y «Tú eres el hombre» (1844). En todos ellos se produce un juego entre el escritor y el lector, quien permanece engañado a través de distintas fórmulas de despiste hasta el desenlace sorprendente.
    La primera novela sensacionalista, aquella que empleaba el crimen como mecanismo para excitar al lector, la firmará el británico Wilkie Collins en 1860 con el título La dama de blanco. Aunque contiene elementos propios de la novela policiaca, T. S. Eliot considera que «la primera novela y más grande novela policiaca de Inglaterra» es La piedra lunar, escrita por el mismo autor en 1868. Esta historia se centra en la desaparición de un diamante de gran valor que da título a la novela. Se inicia una investigación que, al contrario de lo sucedido en otros casos, será resuelto por las distintas voces narrativas de personajes relacionados con el robo que relatan lo que averiguaron en determinado momento. La suma de todos sus testimonios llevará a la resolución del problema.
    El francés Émile Gaboriau fue también escritor de novelas detectivescas publicadas como folletines entre las que destacó El caso Lerouge (1863), donde desarrolla la idea de Poe de un descubrimiento laborioso y racional, aunque su método es más rígido  no tan rico como el de Dupin. Su personaje, el policía Lecoq, será el protagonista de la primera saga de novelas policiacas protagonizadas por un policía profesional, ya que a este primer caso le seguirán El crimen de Orcival (1867), El dossier nº 113 (1867) y El señor Lecoq (1868).
    Arthur Conan Doyle combinará características de los personajes anteriores para crear al protagonista de Sherlock Holmes, un detective inteligente, con una moral rígida, elitista y multidisciplinar en sus conocimientos y técnicas, enérgico y excéntrico. Según Ian Ousby, «es el personaje más famoso de la literatura inglesa». Conan Doyle comenzó escribiendo relatos de aventuras hasta que optó por historias de detectives menos dirigidas por el azar:
«Sentí que era capaz de algo más fresco, nítido y práctico. Gaboriau me atrajo bastante por la combinación ordenada de sus tramas, y el magistral detective de Poe, M. Dupin, había sido desde mi niñez uno de mis héroes. Pero ¿podría añadir algo propio? Pensé en mi antiguo profesor Joe Bell, en su cara de águila, en su extravagancia y en la capacidad para dar sentido a los detalles. Si hubiera sido detective, habría reducido todo este embrollo a algo más cercano a una ciencia exacta».
    La primera aparición del personaje la encontramos en 1867 con Estudio en escarlata, en cuyo primer capítulo conoce a Watson en un entorno científico que lo caracterizará a lo largo de la saga.
    La edad dorada del género policiaco tendrá lugar durante el periodo de entreguerras, en que dominará la escritora británica Agatha Christie, con su detective Hercules Poirot y las denominadas novelas puzle. Su primera novela, El misterioso caso de Styles, publicada en 1920 fue escrita por ella mientras ejercía como enfermera durante la Gran Guerra y supone la primera aparición del detective belga. A lo largo de su carrera publicó sesenta y seis novelas policiacas con distintos detectives o investigadores y se convirtió en la indiscutible reina del género.
    Durante la edad dorada tuvo tanto auge este género que surgieron no pocos decálogos y asociaciones sobre cómo escribir novela policiaca. Entre ellas primaba el fair play, es decir, el juego limpio entre el escritor y el lector.
    En 1930 se funda en Londres el Detection club, una asociación en la que se reunían los mejores escritores de novela policiaca de Europa (Agatha Christie, Dorothy L. Sayers, Ronald Knox, Freeman Wills Crofts, Arthur Morrison, Huge Walpole, John Rode, Jessie Ricard, Baroness Emma Orczy, R. Austin Freeman, G. D. H. Cole, Margaret Cole, E. C. Bentley, Henry Wade y H. C Bailey) y que contó como presidente en su fundación con G. K. Chesterton. Para entrar en este exclusivo club, que sigue abierto en la actualidad, había que cumplir un juramento:
«¿Prometes que tus detectives resolverán entera y verdaderamente los crímenes que se les presenten sirviéndose solo del ingenio que disfrutéis otorgándoles, sin caer o hacer uso de revelaciones celestiales, intuición femenina, magia potagia, camelos, coincidencias o actos divinos?».
    Entre ellos acordaron una serie de normas o reglas que debía cumplir una novela policiaca para jugar limpio con el lector. El encargado de elaborar el decálogo para el novelista policiaco fue Ronal Knox, quien redactó estas diez normas, algunas de las cuales han caído en desuso o carecen de contexto actual, que incluyó en el prólogo de la obra Las mejores historias de detectives de 1928-1929
1. El criminal debe ser alguien mencionado al principio de la historia, pero no debe ser nadie cuyos pensamientos el lector pudo seguir.
2. Todos los agentes sobrenaturales son descartados rutinariamente.
3. No está permitida la existencia de más de una habitación o pasaje oculto.
4. No pueden usarse venenos que no hayan sido descubiertos hasta la fecha, ni ningún aparato que necesitaría una larga explicación científica al final.
5. En la historia no debe figurar ningún "Chinaman" (Criminal loco que asesina sin ningún motivo, tiene su base en la novela del mismo nombre escrita por Stephen Leather)
6. Ningún accidente puede ayudar al detective, ni él puede tener una inexplicable intuición que resulte ser correcta.
7. El detective no puede cometer el crimen.
8. El detective no puede presentar pruebas que no se produzcan para la inspección del lector.
9. El amigo "estúpido" del detective, el Watson, no puede ocultar los pensamientos que pasan por su mente; su inteligencia debe ser un poco, pero muy poco, ligeramente por debajo del lector medio.
10. Los hermanos gemelos, y los dobles en general, no pueden aparecer a menos que hayamos sido preparados para ello.
    Este decálogo de Knox estuvo inspirado en las veinte reglas para escribir novela policiaca que publicó el escritor norteamericano S. S. Van Dine (pseudónimo de Willard Huntington Wright) en American Magazine 1928, y que también estaban basadas en el juego limpio en la escritura.
    A partir de esa época, no son pocos los que se sumaron al género literario en boga y que, a lo largo de los años sufrió variaciones y modificaciones hasta lo que nos encontramos en la actualidad.

    
    

    

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