The woman in white fue una narración escrita por Wilkie Collins (1824-1889) y publicada por entregas entre 1859 y 1860 en el semanario All the Year Round, dirigido por Charles Dickens. La historia tuvo tanto éxito que los lectores hacían cola para comprar el nuevo ejemplar recién salido de la imprenta con la continuación del relato. Así, una vez terminada la serie, en agosto de 1860 se editó en tres volúmenes, como era típico en la época tanto en Reino Unido como en Estados Unidos. No será hasta febrero de 1861 cuando se publique el libro en un solo tomo con un prefacio del autor en el que aclara haber corregido y revisado la obra.
Con esta publicación Collins abre la puerta a un nuevo género, la denominada entonces novela «sensacionalista», origen de la novela de intriga o detectivesca cuya denominación actual es thriller, debido a ese estremecimiento que provoca en el lector la incógnita de los hechos acaecidos. Además, se inicia la década de gloria del autor, quien aumentará su popularidad gracias a sus siguientes publicaciones: Sin nombre (1862), Armandale (1866) y La piedra lunar (1868), esta última considerada iniciática del género policiaco, como señalamos en nuestro artículo «Los orígenes de la novela policiaca».
La mujer de blanco, dividida en tres épocas que indican saltos temporales, está escrita de forma epistolar por varios personajes cuyos testimonios dan forma a la historia. El protagonista, un profesor de dibujo llamado Walter Hartright, inicia la narración describiendo un curioso encuentro con una mujer desconocida la noche que abandona Londres. Por avatares del destino, esta misteriosa aparición guarda relación con el futuro inmediato de Walter, quien no deja de sorprenderse por ello. Su nuevo trabajo lo obliga a cambiar de residencia y su vida se ve alterada por su relación con los señores de Limmeridge. El señor Fairlie lo contrata para que enseñe dibujo a su sobrina y heredera, Laura, y a su hermana, Marian Halcombe. El amor surge entre el profesor y la señorita Fairlie, quien está comprometida con un barón, por lo que Hartright debe abandonar Limmeridge, aunque no así las dudas que le asaltan sobre el prometido de su amada y la extraña aparición nocturna.
A continuación, la historia será completada con el relato de otros personajes, como el señor Gilmore, abogado de la familia Fairlie, Marian Halcombe, Frederick Fairlie, la señora Eliza Michelson, ama de llaves de Blackwater Park, el propio Walter Hartright y otros personajes menores implicados en la trama. Todo este mosaico de voces rellena los espacios en blanco que un narrador personaje no podría completar y ofrece un perspectivismo diverso de los hechos narrados. De hecho, provoca que los lectores se cuestionen el testimonio del protagonista y ofrecen un contrapunto a su relato para que se dude de la veracidad de su palabra.
La historia se complica con la aparición de otros actores cuyas intenciones espurias están protegidas por unos modales exquisitos que crean una cortina de humo ante sus interlocutores. La vida de las dos hermanas correrá peligro y, tras una serie de acontecimientos, deberán defender su veracidad ante una ley que se muestra adversa a sus intereses. Por ello, serán los protagonistas quienes deban luchar contra una situación hostil para demostrar una verdad que se diluye bajo una capa de falsas apariencias.
Aunque sea una novela de investigación e intriga, carece del componente policial al no implicarse ningún investigador oficial en la demostración de los hechos. La policía y la ley se muestran contrarias a los intereses de los personajes que se ven obligados a actuar por su cuenta para descubrir el misterio que se oculta.
Esta novela fue traducida al español como La dama de blanco; sin embargo, en las últimas décadas se ha corregido por La mujer de blanco, denominación más adecuada a la trama, pues el propio Collins marca la diferencia en la novela al afirmar que no es lo mismo ser una mujer que una dama.
Las casi ochocientas páginas que componen este relato fluyen con rapidez ante los ojos del lector, ávido por conocer cómo se soluciona un conflicto que, en lugar de desenredarse, cada vez contiene más complicaciones. Wilkie Collins cumple así su objetivo de provocar el interés en el lector y se estremecimiento ante unos hechos complejos que deben ser resueltos. Ha sido una acierto haber elegido como primera lectura del año este libro en la edición de Bibliotheca Homo Legens, publicada en 2006.
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