martes, 18 de febrero de 2020

El febrero de Galdós

     Como en 2020 se conmemora el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós, en enero me propuse como meta leer una novela suya cada mes como homenaje, tal y como ya expliqué aquí. Sin embargo, no he sabido cumplir mi promesa, pues si en enero leí Doña Perfecta, en febrero no he podido con una sola y devoré dos novelas: La desheredada y La de Bringas. Y hubiese leído una tercera y una cuarta si no hubiese logrado refrenar mis ansias de seguir con don Benito.

      La desheredada, publicada en 1881, es la obra que abre el ciclo de las "Novelas españolas contemporáneas" (escritas entre 1881 y 1887) en las que se describe la sociedad madrileña de la segunda mitad del siglo XIX y dentro de cuyo grupo se encuentra también La de Bringas (1884). Estas narraciones, entre las que se halla Fortunata y Jacinta, comparten personajes comunes que se deslizan de una historia a otra como habitantes de la ciudad que las aúna.
      La desheredada relata los avatares de Isidora Rufete, una joven hermosa e inocente a la que su padre (un loco llamado Martín Rufete al que conocemos en el manicomio desde el primer capítulo) y su tío convencen desde la infancia de que es la nieta secreta de una marquesa y que debe reclamar su posición. Para ello se desplaza a Madrid con medios limitados. Su actitud arrogante y refinada la enemista con algunas personas y la hace despreciar a quienes la rodean por considerarlos de clase inferior. Pese a que la realidad y los implicados le dan razones que niegan sus intereses, ella no ceja en su empeño y se arruina a causa de quienes alientan su loca ilusión. El personaje irá degradándose poco a poco por no querer aceptar la realidad, e irá pasando de un hombre a otro de clase y carácter cada vez más bajos hasta que termina en la cárcel y pierde todo su lustre.
     La de Bringas forma una trilogía junto a El doctor Centeno (1883) y Tormento (1884) dentro de las "Novelas contemporáneas" en las que se recoge el periodo anterior a la revolución de 1868. En esta novela conocemos a la familia Bringas, una de tantas que vive en el Palacio Real al servicio de la Corona. Rosalía Pipaón, esposa de Francisco de Bringas, quiere imitar a la reina y a todas las nobles que la rodean ofreciendo una imagen que no se corresponde con su situación económica real, actitud, por otra parte, que toman todos a los que ella pretende emular. Así es que incrementa el gasto tanto en su vestuario como el de sus hijos a espaldas de su marido, un hombre bastante cicatero. Esto la llevará a endeudarse con tiendas, prestamistas e ir descendiendo peldaños en su desesperación por ocultar su realidad ante su esposo y ante sí misma.
     Estas historias sirven a Galdós como excusa para realizar un retrato pormenorizado de los defectos de la sociedad madrileña del momento. Si en La de Bringas conocemos las falsedades, los apuros y las miserias de los nobles y las clases altas, en La desheredada observamos un abanico más amplio de clases y actitudes: la sordidez de las clases más bajas, las dificultades de los asalariados, la dejadez y vagancia de los funcionarios colocados a dedo, el nepotismo, la corrupción política y legal, las mentiras, los engaños, la hipocresía, las insalubres condiciones de vida...
     No se queda corto Galdós en su descripción de una realidad con la que convivió y que, en algunas casos, se sigue desarrollando en la actualidad, por lo que su análisis está aún muy presente.
     En marzo, más.

      

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