La desaparición es la primera novela de la estadounidense Julia Phillips (New Jersey, 1989). Tras estudiar Letras en Barnard Collage, recibió una beca Fulbrigth que le permitió trasladarse a la península rusa de Kamchatka, donde se documentó para su obra. Aunque fue publicada en 2019, año en el que recibió varios premios, no fue traducida al español por Francisco González López hasta 2021 de la mano de la editorial Sexto Piso.
La historia está ambientada, como señalamos antes, en la península de Kamchatka, donde desaparecen una tarde del mes de agosto dos hermanas de once y seis años mientras juegan a la orilla del mar de la ciudad más populosa de la zona, Petropávlovsk-Kamchatski. Las niñas no dejan rastro, solo una persona vio algo con vaguedad y la policía da palos de ciego sin demasiado interés.
La historia está ambientada, como señalamos antes, en la península de Kamchatka, donde desaparecen una tarde del mes de agosto dos hermanas de once y seis años mientras juegan a la orilla del mar de la ciudad más populosa de la zona, Petropávlovsk-Kamchatski. Las niñas no dejan rastro, solo una persona vio algo con vaguedad y la policía da palos de ciego sin demasiado interés.
La trama se va sucediendo mes a mes tras la ausencia de las menores. En cada nuevo capítulo conocemos a una mujer que se relaciona de alguna manera con las niñas. Sin embargo, la autora no focaliza su interés en ese vínculo, que puede ser muy difuso, sino en la vida de cada una de estas mujeres, sus angustias, sus problemas, sus sueños frustrados, su asfixia o insatisfacción vital. Unas están relacionadas con hombres que las controlan y manipulan, otras son mal vistas por su entorno, otras se ven obligadas a distanciarse para evitar una represión que las anula, alguna es perseguida por la mala suerte.
Mientras observamos estos perfiles conocemos a un personaje también desaparecido tres años antes y de quien nadie sabe nada, una joven de dieciocho años de un pequeño pueblo. ¿Dónde está Lilia? ¿Huyó por propia voluntad o alguien acabó con su vida?
Al margen de la trama, la autora llama la atención sobre otros aspectos: las actitudes racistas existentes en la zona, donde habitan pueblos indígenas que son despreciados por los rusos blancos; la añoranza del régimen comunista por parte de algunas personas conservadoras que son capaces de sacrificar su libertad a cambio de una seguridad ficticia; conductas xenófobas hacia los inmigrantes asiáticos que trabajan en la península rusa, a quienes se señala como seguros responsables de las desapariciones y de cualquier otro delito; el machismo existente en una sociedad aún anquilosada en las viejas costumbres...
Phillips reivindica, además, las tradiciones populares de esos pueblos indígenas en algunos capítulos en los que se rescatan bailes y fiestas tribales.
Aunque quizá el final de la trama se alcance de modo demasiado casual, resulta una novela interesante de leer ya que distrae la intriga con escenas cotidianas en las que planea, tal vez, cierta tristeza.
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