domingo, 25 de septiembre de 2022

Todas las almas

      Me lo encontré hace muchos años, cuando era una estudiante despistada y ansiosa por absorber todas las letras del mundo. De su mano, caminé por las calles y entré en las aulas de Oxford. Tras ese primer paseo, deseé seguir La travesía del horizonte. Impulsada por su voz, salté de novela en novela como en una rayuela de historias que creía interminable: del Corazón tan blanco a la Negra espalda del tiempo, de Mañana en la batalla piensa en mí a Los enamoramientos, de Berta a Tomás... Siempre ansiaba algo más, una nueva casilla en la que caer, nuevas almas que descubrir pergeñadas en el imaginario del hombre que se ocultaba tras el humo de su eterno cigarrillo. Sin embargo, esa infinitud se ha quebrado.
    Tras recorrer el mapa de sus novelas, la brújula se ha detenido. No encuentra el norte que la conduce a su vieja Olivetti, a esos folios mecanografiados con celo y austeridad. Tal vez su reloj se paró hace mucho tiempo, cuando decidió ser un hombre anacrónico en una sociedad arrastrada por el impulso de una modernidad irrefrenable. Eligió la tranquilidad al bullicio, la compañía de su biblioteca al tumulto de las redes sociales, la eternidad a lo efímero. 
    No sé cómo me atrevo a hablar sobre él. Conocí al escritor, nunca al hombre. No tuve la oportunidad y creo que, de haberla tenido, no hubiese sabido aprovechar el momento; empequeñecida y abrumada, habría enmudecido ante su saber.
    Ahora leo que era tímido, amigo de sus amigos, amante de su espacio y su tranquilidad, que observaba el mundo con mirada crítica, rechazaba premios y entrevistas y escribía cartas a mano, como si quisiera alargar otra tradición, la epistolar, que veía con pánico extinguirse.
    El hombre se ha ido, pero nos queda el autor. Nos deja un legado de novelas y textos que deben perdurar en el tiempo como verdadero homenaje a su trabajo. Los panegíricos y las calles son finitos; su obra, eterna. Javier Marías seguirá vivo en todas las almas de los personajes que poblaron sus historias, mientras sus lectores nos quedamos un poco más huérfanos sin él.
    


2 comentarios:

  1. Tampoco lo conocí. Sólo por sus obras.
    Pero estoy convencido de que tus palabras le hubieran gustado.

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