jueves, 5 de enero de 2017

Sonata de invierno

     Ramón José Simón Valle Peña, que sería conocido en el futuro como Valle-Inclán, nació el 28 de octubre de 1866 en Villanueva de Arosa (Pontevedra).
     Mientras que en su rama familiar paterna imperaban las ideas liberales, en la materna dominaban el tradicionalismo de abolengo y los vínculos carlistas. Su infancia y adolescencia se desarrolló en un entorno campesino, arcaico y tradicional plagado de leyendas y supersticiones de las que se nutrirán sus futuras obras.
     En 1884 se trasladó a Santiago para cursar la carrera de Derecho, pero la abandonó en 1889 (habiendo aprobado tan solo ocho asignaturas) por la aventura y la vida bohemia, que lo llevaron a viajar a México e instalarse posteriormente en Madrid, donde desarrolló su labor como escritor. Valle fue muy conocido por su carácter excéntrico, por su asiduidad a las tertulias literarias en cafés y por ser el creador del esperpento, una deformación grotesca de la realidad en la que se animaliza, muñequiza y cosifica a los personajes humanos, quienes llegan a ser fantoches, títeres, peleles, meras sombras, bultos o siluetas; mientras que se hominiza a los animales, que se comportan y actúan como personas.
      Su trayectoria literaria se inicia dentro del Modernismo y se refleja en una serie de obras narrativas en las que se percibe la influencia de la poesía francesa y el decadentismo. Este primer periodo se cierra con las Sonatas, cuatro novelas cortas, escritas entre 1902 y 1905, y que reflejan las cuatro etapas de la vida a través de las estaciones el año. De estilo decadente y sensual, tendrán como protagonista al marqués de Bradomín, definido por Valle como “un don Juan feo, católico y sentimental”.
     En su segunda etapa también escribe novelas, como la trilogía La guerra carlista, pero se orienta ya hacia el teatro con sus Comedias bárbaras: Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), que se acercan al esperpento con la presencia de un mundo violento en el que se ridiculiza y caricaturiza a los personajes. Divinas palabras (1920) sigue esta línea al relacionar las deformidades físicas con las morales.
   Su etapa final se estructura definitivamente en torno al esperpento, que aparece definido y desarrollado en Luces de bohemia (1924): “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”. Valle-Inclán toma conciencia plena de los problemas de España y plasma toda la amargura que le producen. El resto de esperpentos forman la trilogía Martes de carnaval. En este último periodo escribe su novela de dictador Tirano Banderas (1926), ambientada en un país imaginario de América y que creará una tendencia en la literatura hispanoamericana.
     A partir de 1930, Valle se dedicará casi exclusivamente a reeditar sus obras anteriores en las que hará revisiones, correcciones e incluso ampliaciones, a pesar de estar ya delicado de salud. En marzo de 1935 llega muy enfermo a Santiago de Compostela para ser tratado en la clínica de un amigo suyo, a pesar de lo cual fallece el cinco de enero de 1936.


2 comentarios:

  1. Caí en el embrujo de Valle Inclán con Los cuernos de don Friolera; desde ellos llegué a Tirano Banderas; después, Divinas palabras y ya la eternidad...
    Gracias por recordarlo Erminda. Excelente artículo.

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  2. Gracias a ti, Miguel, por tus palabras y por admirar al maestro.

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