Tras varias décadas postrada en coma, la imparable
evolución científica ha logrado que abra los ojos y vuelva al mundo del que se
aisló.
Después de unos minutos desnortada, el
personal sanitario consigue hacerle entender dónde se halla. Lo difícil vendrá
después: aceptar el cuándo y los inevitables cambios que acompañan al paso del
tiempo.
Los suyos ya no están, fueron cayendo poco
a poco como las hojas del calendario. Debe entenderlo, le explican, la
naturaleza sigue su curso.
Cuando por fin le permiten salir del hospital,
acompañada por un sanitario lo que ve la deja atónita. Ante sus ojos se
extiende la aridez más absoluta: ni un solo árbol, ni un arbusto, ni tan
siquiera un hierbajo ni el recuerdo de su sombra pueblan el espacio que se extiende
hacia el horizonte. Solo cemento y asfalto. Al fondo se escucha el rumor del
mar.
Pide ir a un parque. El sanitario no
comprende sus palabras y solicita permiso para consultarlo con un superior,
pues su CPU carece de la información requerida.
Las órdenes recibidas son drásticas. Deben
regresar inmediatamente al centro médico. No se puede poner en peligro al
último ser vivo que habita el planeta.
© Erminda Pérez Gil
#COP25
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