lunes, 25 de septiembre de 2017

El castillo de cristal

     Afirman los psicólogos que los acontecimientos de nuestra infancia marcan inevitablemente el desarrollo futuro. Nuestra manera de afrontar el mundo, nuestros miedos, nuestro comportamiento con los demás o nuestro concepto de nosotros mismos se forja desde los primeros años de vida y las experiencias a las que nos enfrentamos entonces. Todo queda grabado en nuestra memoria más profunda y algunas situaciones permanecen tatuadas en nuestra piel: alegrías, tristezas, juegos, muñecos favoritos, ausencias prematuras, llegadas inesperadas, caídas, saltos intrépidos... 
     Ahora bien, también es cierto que a lo largo de nuestra vida vamos cubriendo etapas y dejamos atrás miedos u obstáculos que en aquellos momentos nos parecían insalvables. Por supuesto, tenemos la posibilidad y el derecho a cambiar, si queremos, claro. 
     ¿Eres capaz de recordar tu niñez? La escritora y periodista Jeannette Walls (Phoenix, 1960) hizo un concienzudo ejercicio de memoria para rescatar y reflejar su infancia en El castillo de cristal (2005), su primera novela, por la que recibió varios premios, además de haber sido publicada en más de veinte países.
     De carácter autobiográfico, en esta obra Walls narra las andanzas de su familia por distintos estados de Norteamérica hasta recalar en Nueva York. A priori nada resulta llamativo en la afirmación anterior; sin embargo, cuando nos adentramos en la historia descubrimos que el entorno en el que se crió la autora no era en absoluto habitual. Sus padres forman una pareja disfuncional que se ama pero que no para de discutir. Él es alcohólico; ella, una artista frustrada. Ninguno de los progenitores es capaz de mantener un empleo estable, por lo que el dinero suele escasear en la casa y las deudas se acumulan. Los cuatro niños sobreviven como pueden en ese caos familiar que les impide desarrollarse plenamente como otros críos de su edad y que les provocará serias dificultades de socialización. 
     Se produce en este relato una infantilización de los adultos y una inevitable asunción de responsabilidades por parte de los menores, quienes, en ocasiones, han de proveer a sus padres de lo indispensable para seguir adelante. Serán ellos quienes asuman el coste de vivir y quienes decidan qué camino desean tomar en el futuro y con quién.
     Con un argumento tan desolador podríamos pensar que Jeannette Walls rememora con dolor y frustración su infancia. No obstante, ella deja claro que tantos momentos duros se veían compensados con el amor que les prodigaban sus padres, quienes los hacían reír, disfrutar y valorar la vida. Los sueños y las ilusiones poblarán sus mentes infantiles, y será la realidad la encargada de resquebrajar esos ideales que han hecho brotar en sus mentes inocentes sus progenitores, para quienes es más importante el ser que el tener.
     El próximo 12 de octubre se estrenará en los cines de España la adaptación cinematográfica de esta deliciosa novela. Desconozco hasta qué punto la película será fiel a la historia narrada por Walls, ya que condensar más de quinientas páginas en una cinta de dos horas resulta complicado. Aun así, si mantiene la esencia del relato, valdrá la pena verla, porque esta historia deja una huella imborrable en la sensibilidad de sus lectores.


No hay comentarios:

Publicar un comentario