Recientemente se ha descubierto un manuscrito que revela dos importantes noticias. La primera es que don Sindulfo García realizó un segundo viaje con su máquina del tiempo en el verano de 1893; la segunda es una consecuencia de ese salto temporal.
Según reza en los papeles, el científico
maño, tras el exitoso traslado a distintas épocas del pasado, determinó hacer
un desplazamiento hacia el futuro. La incógnita que se le planteó fue adónde y
cuándo, pues nada se sabe de lo que sucederá más adelante. Así que, de acuerdo
con su ayudante Benjamín, dejaron en manos del azar su destino y permitieron
que la rueda numérica rodase hasta que esta se detuviera por sí misma.
Después de una serie de ruidos,
movimientos, silbidos y toses de los aparatos, la máquina se paró y los
navegantes temporales tomaron tierra en el ascensor. Descubrieron entonces que
se hallaban junto a un río desde el que se veía la silueta de la Basílica del
Pilar, lugar del que aproximadamente habían partido; no obstante, el perfil de
la ciudad se les hizo más amplio.
En su andar hacia el centro encontraron
pocas personas, y todas ellas, con la boca cubierta, se apartaban y los miraban
con extrañeza, incluso una anciana que portaba una barra de pan los increpó
llamándolos sinvergüenzas. El calor de agosto los animó a entrar en una
taberna, mas no los dejaron pasar por no ir embozados. Incluso un agente de la
autoridad les extendió una multa por no cumplir con las medidas sanitarias
vigentes.
Cansados de deambular por calles
semidesiertas sin éxito, se dirigieron hacia el anacronópete. Cerca de su
destino, en la orilla del río hallaron a un grupo de jóvenes que charlaban y
bebían alegremente con el rostro descubierto. Don Sindulfo y Benjamín se
acercaron a ellos y, después de cierto recelo inicial y en vista de que no los
amonestaban, fueron invitados a la fiesta. Los viajeros compartieron con los
muchachos sus charlas, sus bebidas e incluso ciertos cigarritos de peculiar
aroma que les produjeron toses iniciales y les debilitaron el cuerpo después.
Allí despertaron horas después solos con
tan mal cuerpo que decidieron retornar de 2020 a su tiempo original. Sin
embargo, su lamentable estado impidió que programasen bien los mandos del
anacronópete y este se detuvo de forma accidentada allí donde el despiste los
llevó. La máquina había sufrido daños de difícil reparación y sus ocupantes,
que presentaban un cuadro de estornudos, fiebre y malestar estomacal,
decidieron apearse.
Lo más cerca que encontraron fue una base
militar denominada Fort Riley y hacia ella se dirigieron en busca de ayuda médica
y mecánica. Sin embargo, al acercarse a la base fueron detenidos por un pelotón
de soldados quienes los condujeron al recinto militar al creer que se trataba
de espías.
Como vieron los mandos el estado febril en
que se hallaban los dos extranjeros, quienes a sus preguntas solo contestaban
incoherencias referidas a máquinas viajeras en el tiempo, estos fueron
ingresados en el hospital militar. Después supieron que se hallaban en Kansas,
en Estados Unidos, a finales de febrero de 1918.
Pocos días después de su llegada,
comenzaron a caer enfermos con los mismos síntomas de gripe algunos soldados de
la base. Otros ya habían partido hacia la Gran Guerra europea portando en su
cuerpo el virus que mataría a cuarenta millones de personas en el mundo.
Dicen que don Sindulfo sobrevivió a la
enfermedad, mientras que el joven Benjamín no logró superarla. Cuentan también
que el gobierno norteamericano destruyó el anacronopete sin dejar rastro de él.
No obstante, hay quienes defienden que el científico español logró arreglar la
máquina y regresar a su época de partida, que impartió varias charlas
explicando su experiencia y que nadie lo creyó, salvo un tal H. G. Wells, quien
poco después publicó una novela titulada La máquina del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario