miércoles, 5 de agosto de 2020

Segundo viaje

Recientemente se ha descubierto un manuscrito que revela dos importantes noticias. La primera es que don Sindulfo García realizó un segundo viaje con su máquina del tiempo en el verano de 1893; la segunda es una consecuencia de ese salto temporal.

Según reza en los papeles, el científico maño, tras el exitoso traslado a distintas épocas del pasado, determinó hacer un desplazamiento hacia el futuro. La incógnita que se le planteó fue adónde y cuándo, pues nada se sabe de lo que sucederá más adelante. Así que, de acuerdo con su ayudante Benjamín, dejaron en manos del azar su destino y permitieron que la rueda numérica rodase hasta que esta se detuviera por sí misma.

Después de una serie de ruidos, movimientos, silbidos y toses de los aparatos, la máquina se paró y los navegantes temporales tomaron tierra en el ascensor. Descubrieron entonces que se hallaban junto a un río desde el que se veía la silueta de la Basílica del Pilar, lugar del que aproximadamente habían partido; no obstante, el perfil de la ciudad se les hizo más amplio.

En su andar hacia el centro encontraron pocas personas, y todas ellas, con la boca cubierta, se apartaban y los miraban con extrañeza, incluso una anciana que portaba una barra de pan los increpó llamándolos sinvergüenzas. El calor de agosto los animó a entrar en una taberna, mas no los dejaron pasar por no ir embozados. Incluso un agente de la autoridad les extendió una multa por no cumplir con las medidas sanitarias vigentes.

Cansados de deambular por calles semidesiertas sin éxito, se dirigieron hacia el anacronópete. Cerca de su destino, en la orilla del río hallaron a un grupo de jóvenes que charlaban y bebían alegremente con el rostro descubierto. Don Sindulfo y Benjamín se acercaron a ellos y, después de cierto recelo inicial y en vista de que no los amonestaban, fueron invitados a la fiesta. Los viajeros compartieron con los muchachos sus charlas, sus bebidas e incluso ciertos cigarritos de peculiar aroma que les produjeron toses iniciales y les debilitaron el cuerpo después.

Allí despertaron horas después solos con tan mal cuerpo que decidieron retornar de 2020 a su tiempo original. Sin embargo, su lamentable estado impidió que programasen bien los mandos del anacronópete y este se detuvo de forma accidentada allí donde el despiste los llevó. La máquina había sufrido daños de difícil reparación y sus ocupantes, que presentaban un cuadro de estornudos, fiebre y malestar estomacal, decidieron apearse.

Lo más cerca que encontraron fue una base militar denominada Fort Riley y hacia ella se dirigieron en busca de ayuda médica y mecánica. Sin embargo, al acercarse a la base fueron detenidos por un pelotón de soldados quienes los condujeron al recinto militar al creer que se trataba de espías.

Como vieron los mandos el estado febril en que se hallaban los dos extranjeros, quienes a sus preguntas solo contestaban incoherencias referidas a máquinas viajeras en el tiempo, estos fueron ingresados en el hospital militar. Después supieron que se hallaban en Kansas, en Estados Unidos, a finales de febrero de 1918.

Pocos días después de su llegada, comenzaron a caer enfermos con los mismos síntomas de gripe algunos soldados de la base. Otros ya habían partido hacia la Gran Guerra europea portando en su cuerpo el virus que mataría a cuarenta millones de personas en el mundo.

Dicen que don Sindulfo sobrevivió a la enfermedad, mientras que el joven Benjamín no logró superarla. Cuentan también que el gobierno norteamericano destruyó el anacronopete sin dejar rastro de él. No obstante, hay quienes defienden que el científico español logró arreglar la máquina y regresar a su época de partida, que impartió varias charlas explicando su experiencia y que nadie lo creyó, salvo un tal H. G. Wells, quien poco después publicó una novela titulada La máquina del tiempo.


#Historiasdeviajes

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