sábado, 5 de marzo de 2022

Orynko

 

Sientes en la piel la brisa que mece los trigales y el calor del sol de mediodía. Estás tumbado boca arriba sobre la hierba, como tantas veces en tu infancia. Como aquella en que besaste a una chica por primera vez. Daryna, aún la recuerdas. Su pelo olía a jabón y su boca, a moras maduras. Sus cabellos se enredaron entre tus dedos y no querías desasirlos jamás. Pero como las nubes, otras vinieron a ocupar tu cielo.

            Entreabres los ojos. Espesos nubarrones grises cargados de frío coronan edificios de viviendas semiderruidos; algunos vomitan fuego por sus ventanas. Las sirenas anuncian bombardeos. Se escuchan tiros y movimiento de vehículos pesados.

            Tu pecho arde y un borbotón de sangre escapa de tu boca. Quieres incorporarte, pero no puedes. Tu cuerpo no responde a tus deseos, está desmadejado sobre una acera de la ciudad de Járkov. Aún cuelga de tu hombro el fusil que aprendiste a usar hace unos días, cuando llegó el invasor.

            Aprietas los párpados con fuerza. Deseas volver a tu pueblo en la región de Zaporiyia. Regresar a los campos de cereales, pisar las tierras de cultivo, oler amapolas, escuchar los pájaros... No quieres morir en otro lugar.

            Alguien agarra tu mano y te habla con suavidad. «Tranquilo, muchacho. Estamos aquí, te ayudaremos. No estás solo». Miras a esa voz entre tinieblas; es una mujer joven con un brazalete. «Daryna», dices. «No, soy Orynko». «Paz», musitas. Y una sonrisa se dibuja en tus labios.

#VocesdeUcrania




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