domingo, 21 de julio de 2019

Kronos


Tras cuatro años de viaje de ida y vuelta a la colonia de Marte, la nave de exploración científica Kronos retornaba por fin a la Tierra. Sus tres ocupantes, aunque satisfechos por los objetivos alcanzados, deseaban regresar a casa, ver a sus seres queridos, pisar suelo firme, respirar en su atmósfera, comer un buen asado con verduras frescas…
Tan solo los separaban de su planeta treinta y seis horas de navegación, por lo que solicitaron al puesto de mando en la Tierra las indicaciones para la reentrada. Estos se las dieron entre bromas y alegrías varias. Que la misión fuese un éxito beneficiaba a todos, sobre todo para conseguir las subvenciones necesarias para mantener el programa espacial.
De pronto la nave comenzó a vibrar y a entrecortarse la comunicación. Los tripulantes activaron todos los sistemas de protección de la nave para detectar cualquier posible fallo e informar a la base. Sin embargo, no era Kronos la que fallaba; a estribor había surgido un enorme agujero que succionaba el aparato hacia su interior, que giraba como una peonza a miles de revoluciones.
Pese a que intentaron hacer girar la nave acelerando al máximo, nada pudo detener el rumbo inevitable al que se veía arrastrado. Lo último que pudieron escuchar antes de que se cortara definitivamente la conexión fue un breve chasquido.
Tras unos minutos interminables de pánico, lograron llegar al otro lado del temible agujero. Los astronautas se encontraban bien y tanto el fuselaje como el instrumental de a bordo no se había dañado, salvo el sistema de comunicación que no lograban reestablecer. Sin embargo, lograron establecer las coordenadas retomar el rumbo que les habían indicado para volver, ahora sí, a casa. No les preocupó, no era la primera vez que esto sucedía y estaban preparados para afrontar ese contratiempo.
Kronos se adentró en la atmósfera sin dificultad y se fue desprendiéndose de gases hasta que la cápsula alcanzó el punto previsto. Los miembros de la tripulación se felicitaron antes de quitarse las protecciones de seguridad y dirigirse a la escotilla de salida.
Al abrirla, una lanza apache les dio la bienvenida.

© Erminda Pérez Gil
#Historiasdeviajes


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