miércoles, 3 de julio de 2019

Greguerías

     Una greguería es la combinación de metáfora y humor. Así al menos la definió su creador, el extravagante escritor español Ramón Gómez de la Serna.

     Ramón nació el 3 de julio de 1888 en Madrid. Desde niño se vio rodeado de un ambiente literario: su madre, Josefa Puig Coronado, era sobrina de la poeta romántica Carolina Coronado; y su padre, Javier Gómez de la Serna y Laguna, además de autor, editor, fue fundador de la revista Prometeo, en la que su hijo daría rienda suelta a su creatividad. Cuando su padre no pudo continuar al frente de ella, el joven Ramón se ocupó de la dirección de la revista hasta su último ejemplar en 1912. En ella se hicieron públicas por primera vez las greguerías, consideradas la parte más destacada de su obra.
     Desde muy joven Ramón viajó a París en varias ocasiones (1903, 1909 y 1911), donde se impregnaría de las audaces tendencias de vanguardia que circulaban por la capital francesa. También influyó en él su relación en esta época con Carmen de Burgos, Colombine, quien lo alentó en sus numerosas actividades.
     En su obra buscaba la innovación, nuevas formas de expresar el hecho literario en cualquiera de sus géneros, hasta crear el suyo propio: la greguería. Y, aunque pueda resultar contradictorio, perseguía ser realista sin desdeñar el humor, como lo hicieran el autor del Lazarillo o Quevedo.
     En 1914 fundó la conocida tertulia del café Pombo, a la que acudían los artistas e intelectuales más destacados del Madrid de la época. En ella ofreció tanto homenajes a escritores consagrados como a los ausentes.
      Hasta su muerte, el 22 de enero de 1963, Gómez de la Serna colaboró en diversas revistas, publicó numerosas obras y viajó de manera incesante, hasta que en 1936, en vista de los acontecimientos, abandonó España para exiliarse junto a Luisa Sofovich en Argentina.
      Ramón fue siempre un hombre original, no solo en su escritura, sino en su vida; muy sonadas fueron las conferencias que ofreció sobre un elefante o un trapecio, se rodeaba en su estudio de objetos raros, muchas veces encontrados en las calles, y de fotografías dispares. Aunque tras ese humor que pretendía mostrar se ocultaba un pozo de tragedia. Tanto sus textos como su conducta irritaban a una burguesía española acomodada que velaba por las tradiciones y las verdades inamovibles y que veía en Ramón un elemento distorsionador que desdeñaban.
      En medio de la soledad en la que se sentía, creó la greguería, ese encuentro involuntario de elementos inconexos o contrarios que rompen el equilibrio y sorprenden. No solo buscaba la risa, más bien la sorpresa, la ruptura de lo convencional.
      «Las cosas apelmazadas y trascendentales deben desaparecer, incluso la máxima, dura como una piedra, dura como los antiguos rencores contra la vida», así las define el propio Ramón en el prólogo a la recopilación de sus greguerías. No solo son una nueva forma de acercarse a la realidad, sino de expresarla. Y, como él mismo comenta, no es tarea fácil la creación literaria: «Verdadero pescador de greguerías, me paso días y días esperando las que lo son y tirando de nuevo al agua las que sólo son sardinas».
      Podríamos escribir una miríada de párrafos sobre las greguerías. Leerlas, no obstante, es el mejor ejemplo. Aquí reproducimos algunas sacadas de Greguerías. Selección 1910-1960, editado por Espasa Calpe en 1986:

  • La espina dorsal es el bastón que nos tragamos al nacer.
  • La unidad de fuerza de los motores de aviación no debía ser el caballo, sino el hipogrifo o el clavileño.
  • Los académicos debieran tener derecho a usar en las sesiones gorros de dormir.
  • El cocodrilo es una maleta que viaja por su cuenta.
  • La luna es un banco de metáforas arruinado.
  • Camoens y Cervantes son como dos compañeros de asilo, el uno tuerto y el otro manco.
  • Definición amanerada: la cucaracha es un traslaticio lunar de la noche.
  • El hielo se derrite porque llora de frío.
  • Don Juan pide amor como quien pide trabajo.
  • El sueño es un depósito de objetos extraviados.
  • El peine es pentagrama de ideas muertas.
  • En los gallineros hay nevada de plumas.
  • La lógica es el pulverizador de la razón.
  • El que está en Venecia es el engañado que cree estar en Venecia. El que sueña con Venecia es el que está en Venecia.
  • El día en que la luna se compre un automóvil, la noche será mucho más breve.
  • A veces el abrelibros no marcha porque ha tropezado con el nudo de la novela.
  • El tranvía aprovecha las curvas para llorar.
  • Al amanecer, el alba echa diez céntimos en la jaula del pájaro y comienza su trino.
  • En la Edad Media había dentistas de almenas.
  • El tenedor es el peine de los tallarines.
  • Hay el farol espía. Se lee un papel bajo su luz y en seguida va con el cuento a la Policía.
  • El estornudo es la interjección del silencio.
  • El lunar es el punto final del poema de la belleza.
  • Los ojos de los muertos miran las nubes que no volverán.
  • Los negros son negros porque sólo así consiguen estar a la sombra bajo el sol de África.
  • El cisne es la S capitular del poema del estanque.
  • El ciervo es el hijo del rayo y del árbol.
  • Lo más difícil que hace un jinete es sostenerse en la imagen de su caballo reflejada en el agua.
  • Laura sigue saliendo de misa bella y joven todos los domingos. Quien desapareció fue el Petrarca.
  • Cae la niebla sobre la ciudad para ver si consigue que el hombre se olvide un poco de la realidad.
  • El agua se suelta el pelo en las cascadas.
  • En las máquinas de escribir sonríe la dentadura postiza del alfabeto.
  • La mosca es la sortija del pobre.
  • Me inquietan las escaleras mecanizadas, porque revelan cómo nos conduce siempre la fatalidad, aunque creamos estar inmóviles.
  • La crítica suele ser un impuesto que los falsos agentes de la autoridad imponen al libro.
  • Eco de Jorge Manrique: “¿Dónde fueron a parar las cacerolas, de las que sólo queda la tapadera?”.
  • Lo malo del bello atardecer en el jardín es que tiene calcetines de mosquitos.
  • La cebra es un modelo de caligrafía.
  • Lo antipoético es que el cisne tiene el cuello torcido de tanto buscarse las pulgas.
  • La hélice es el trébol de la velocidad.
  • Lee y piensa, que para no pensar tienes siglos.
  • Psicoanalista: sacacorchos del inconsciente.
  • Llamar al siglo XIX decimonono es hacerlo más cursi.
  • En los arcos enhebra su hilo la historia.
  • Raja de sandía: luna de sangre.
  • Lo malo del viento es que no tiene peine.
  • La Naturaleza hermana las cosas y por eso la corteza de la palmera se parece a la piel del elefante.
  • Los árboles sólo saben que existen gracias a su sombra.
  • Cuando el ajedrecista se queda a solas con su Musa exclama: “¡Alfil solos!”.
  • Golondrina: bigotes postizos del aire.
  • Lagartija, cintas métricas y bananas, primas hermanas.
  • El esqueleto nos sostiene como el atril sostiene la partitura.
  • Tortuga: zapato del tiempo.
  • Escribir es que le dejen a uno llorar y reír a solas.
  • Un pie levanta la colcha del mar: es el delfín.
  • El ciprés es la pluma del paisaje clavada en el tintero de una tumba.
  • “¡Qué sábana más dura!”: (Era su losa).
  • Premio para el escritor: un calamar de oro.
  • La q es la p que vuelve de paseo.
  • La golondrina es escritura, palotes y comas reunidos por la pluma expedita del escriba esparcido del destino.
  • Madrid es ver una tienda dedicada a objetos artísticos hechos con corcho y volver a ver que persiste aun pasados los años.
  • Una greguería es el buscapiés del pensamiento.
  • Calle moderna: sopa de letras luminosa.
  • El espejo no sólo nos repite: el espejo nos juzga.
  • Hay conferencias fúnebres en las que asistimos al entierro de una idea.
  • Colas de cine: colas de hambre de fantasía.
  • La Dama de Elche es la primera mujer que gastó auriculares.

No hay comentarios:

Publicar un comentario