El 30 de septiembre de 2009 fallecía en Santa Cruz de Tenerife el poeta y narrador canario más relevante de la segunda mitad del siglo XX, Rafael Arozarena.
Arozarena nació en 1923 en la misma ciudad que lo vio morir. Hacia 1935, mientras estudia Bachillerato, entra en contacto con dos figuras que marcarán su trayectoria futura orientada tanto a la ciencia como a la literatura: el naturalista Agustín Cabrera y el escritor surrealista tinerfeño Agustín Espinosa.
En los años cuarenta publica sus primeros poemarios (Romancero canario y A la sombra de los cuervos) en los que muestra la isla como paisaje geográfico. En 1948 se traslada a Lanzarote para trabajar como telegrafista. Este contacto directo con la isla del fuego dejará una honda huella en su sensibilidad artística que reflejará tanto en sus versos como en su novela más conocida: Mararía. Esta obra, publicada en 1973 (aunque había sido finalista unos años antes del premio Nadal), se fraguó durante la época en que Rafael permaneció en la isla de los volcanes, donde se dejó llevar por los misterios y las leyendas del entorno. La historia de la bruja de Femés, que halla la purificación en el fuego, lo consolidó dentro de la narrativa nacional de la época, aunque años después manifestara que no se identificaba demasiado con esta novela al ser un relato de juventud. En 1998 el director canario Antonio José Betancor llevó al cine esta historia con el apoyo musical de Pedro Guerra, aunque el resultado final no fue demasiado satisfactorio.
Durante la década de los cincuenta comienza a trabajar como practicante y regresa a Tenerife, donde residirá hasta su muerte. En los años cincuenta formará, junto a otros escritores canarios (Isaac de Vega, Antonio Bermejo, José Antonio Padrón y Francisco Pimentel), el grupo Fetasa, que pretendían captar la realidad en su pureza más intacta o virginidad.
En la obra literaria de Arozarena se pueden señalar dos etapas cuyo punto de inflexión sería El ómnibus pintado en cerezas (1971). A partir de este momento, el tema existencial se refleja a través de la técnica surrealista, como veremos en su novela Cerveza de grano rojo (1984) y en diversos poemarios que edita a partir de esos años.
Entre 1948 y 1960 publicó una decena de relatos en el diario La Tarde. A partir de los años setenta, las narraciones que aparezcan en periódicos de las islas seguirán la estela surrealista.
Rafael también se introdujo en la narrativa juvenil con La garza y la violeta (1996) y Fatasmas y tulipanes (1998).
En 1988 le fue otorgado junto a Isaac De Vega el Premio Canarias de Literatura, y en el año 2000 ingresó en a Academia Canaria de la Lengua.
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