sábado, 23 de abril de 2016

Instrumental

      Instrumental (Ed. Blackie, 2015) no es una novela. Ojalá lo fuera y todo lo que relatan sus páginas fuese materia ficcional. Pero no es así. Se trata de la autobiografía de James Rhodes (Londres, 1975), un concertista de piano que sufrió abusos sexuales durante diez años sin que nadie mediara para ayudarlo.
      Todo empezó a los cinco años, cuando sus padres lo matricularon en un caro colegio privado de Londres. Su maestro de boxeo, un hombre de cuarenta años, se ganó su confianza de niño tímido y débil y lo violó de manera reiterada durante cinco años, hasta que el pequeño logró, alegando motivos académicos, que sus padres lo trasladaran de centro. Aun así, el cambio de colegio no acabó con los abusos, pues los siguió sufriendo por parte de otros adultos y de compañeros de colegio un lustro más. Sus progenitores ignoraron siempre el calvario que vivía su hijo y él nunca se atrevió a confesárselo por el sentimiento de culpa que lo atenazaba.
      A consecuencia de esta horrible experiencia, o como complemento destructor de ella, James Rhodes consumió todo tipo de drogas, bebía hasta la extenuación aun siendo un niño, intentó suicidarse cinco veces y fue internado en un centro psiquiátrico. A pesar de llevar una vida desordenada, logró superar sus problemas con las drogas y el alcohol, y se estabilizó en apariencia al trabajar como hombre de negocios en la City y formar una familia. Sin embargo, su interior estaba roto, y solo pudo recomponer sus pedazos a través de la música. Él mismo afirma que Bach y su Chacona le salvaron la vida. Abandonó su trabajo para dedicarse a su pasión, el piano, y salió ganando con el cambio. Ahora es un conocido y original concertista de piano cuya meta es hacer accesible la música clásica a todo tipo de público, sin restricciones sociales de ningún tipo. Ha publicado numerosos discos, ha grabado documentales sobre el poder curativo de la música, ofrece conciertos en distintas salas en los que explica la historia de cada pieza antes de interpretarla vestido con vaqueros y camiseta y se ha enfrentado a los magnates que controlan y manipulan el negocio de la música clásica.
      Escribir este libro le costó un proceso judicial, pues su exmujer quería evitar que la obra fuese publicada, además de sufrir las duras protestas del hijo de su violador, quien veía que se ensuciaba así el buen nombre de su padre. A pesar de ello, fue una liberación para Rhodes, quien por fin ha podido verbalizar y vomitar toda la ponzoña que llevaba acumulada durante tantos años. Aunque, como él mismo afirma, ni siquiera el tiempo puede eliminar las secuelas físicas ni mentales que deja una experiencia tan arrolladora.
      Además de desgarrarnos con sus vivencias, el autor nos regala un interesante curso de música. Cada capítulo del libro lleva el título de una composición musical que a él le evoca algo de lo que narrará en esa parte, y empieza con un introito sobre el autor de la misma y su pieza. 
      Esta es una de esas obras que no deja impasible a ningún lector. James Rhodes nos demuestra que si él ha sido capaz de superar su pasado y amar la vida como lo hace, cualquiera de nuestras adversidades resulta una nimiedad que no debe frenar nuestro impulso vital.


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