Me lo encontré hace muchos años, cuando era una estudiante despistada y ansiosa por absorber todas las letras del mundo. De su mano, caminé por las calles y entré en las aulas de Oxford. Tras ese primer paseo, deseé seguir La travesía del horizonte. Impulsada por su voz, salté de novela en novela como en una rayuela de historias que creía interminable: del Corazón tan blanco a la Negra espalda del tiempo, de Mañana en la batalla piensa en mí a Los enamoramientos, de Berta a Tomás... Siempre ansiaba algo más, una nueva casilla en la que caer, nuevas almas que descubrir pergeñadas en el imaginario del hombre que se ocultaba tras el humo de su eterno cigarrillo. Sin embargo, esa infinitud se ha quebrado.