Cada época tiene sus modas y tendencias. La forma de vestir, los peinados, el uso de la barba o el bigote, las joyas o muebles, van cambiando con el tiempo. Incluso hay museos que recogen todo ese devenir de alteraciones en la indumentaria o la imagen.
La lengua también se ve afectada por determinados usos lingüísticos que se imponen por influencia de un idioma sobre otro, pues se considera que el foráneo es más relevante socialmente, y que, además, le da más prestigio al hablante.
En el siglo XIX el español sufrió un ataque de galicismos que entraron en nuestro idioma a consecuencia de importantes acontecimientos históricos. Recordemos que en 1808 se produjo la invasión napoleónica en España y que nuestro país se vio ocupado por Francia hasta 1812, año en que terminó la Guerra de la Independencia. Durante este periodo, un buen número de españoles apoyaron el gobierno galo, pues suponía un avance político para acabar con el absolutismo monárquico español. A estos amigos de las ideas liberales se les denominó afrancesados, no sólo por motivos políticos, sino porque además comenzaron a intercalar galicismos entre las palabras españolas, además de sustituir expresiones u oraciones en español por las francesas. La influencia del francés sobre nuestro idioma fue tal que incluso se empezó a prescindir de la vocal final de muchas palabras a imitación de la lengua invasora. En poco tiempo las aguas volvieron a su cauce, los galicismos cayeron en desuso y recuperamos nuestras vocales finales perdidas.
Así pues, observamos que la hegemonía política o cultural de una lengua influye sobre las que se hallan en su entorno.
Actualmente, el idioma que se considera internacional es el inglés. Cierto es que conocer esta lengua nos ayuda en diversos aspectos de nuestra vida que no debemos desdeñar (estudios, viajes posibilidades laborales...). No obstante, dentro de nuestras fronteras su uso es innecesario y superfluo si nos comunicamos con un hablante de español. En los últimos años han proliferado las voces o expresiones en inglés intercaladas en nuestro idioma. En la mayoría de casos son prescindibles y banales, puesto que existe el mismo término en nuestra lengua para denominar la realidad o la idea a la que se alude. Quienes las emplean consideran erróneamente que son más modernos o más cultos, e incluso estiman que suena mejor la palabra en inglés que en español, cuando en realidad evidencian complejo de inferioridad o estulticia. Es frecuente escuchar que en nuestros parques hay runners en lugar de corredores, que los solteros se han convertido en singles, que la gente fashion prefiere ir de shopping a ir de compras, que van a entrenar al gym o que prefieren las bebidas light cuando hay una party, que es algo muy heavy, y todo el mundo se queda tan happy. ¡Vaya panda de losers!
Tales usos denotan un esnobismo absurdo carente de sentido, pues hace que se incumpla uno de los principios básicos de la teoría de la comunicación, y es que el mensaje fluya y llegue al interlocutor pues se comparte el mismo código.
En vista de la influencia que el inglés está teniendo en la publicidad, la Real Academia Española ha puesto en práctica una acertada campaña crítica en la que ridiculiza estos usos y abusos lingüísticos foráneos:
Respetemos nuestra lengua materna y no caigamos en tendencias lingüísticas pasajeras. El español es un idioma suficientemente rico como para tener que echar mano de términos extranjeros que no aportan nada al mensaje. Así que, en español, por favor.
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