En ocasiones, los escritores se hallan más avanzados en sus ideas o principios que la sociedad en la que viven y a la que dirigen sus palabras, por lo que pueden llegar a ser incomprendidos, censurados o vilipendiados, e incluso sus textos les pueden acarrear penas de prisión o muerte.
Un ejemplo de ello sería David Herbert Lawrence (1885-1930), británico de nacimiento que tuvo que exiliarse, en lo que él denominó su "peregrinaje salvaje", para expiar las culpas de sus escritos, que fueron tachados de indecentes y obscenos en su país natal por tratar la sexualidad de manera abierta.
En 1928 Lawrence publicó en Florencia una edición privada de su novela El amante de Lady Chatterley, reescrita por él hasta en tres ocasiones. Sus precedentes literarios (con anterioridad había publicado otras novelas, relatos, poemas y ensayos que habían crispado a los sectores británicos más conservadores) no auguraban un mejor destino para esta obra, que fue prohibida en el Reino Unido hasta 1960 por pornográfica e indecente (en España circuló de manera clandestina durante la dictadura, y no se editó hasta la llegada de la democracia).
Pero, ¿merecía esta obra ser defenestrada durante tanto tiempo? ¿Qué contiene para que haya sido prohibida durante más de tres décadas? ¿Es El amante de Lady Chatterley una obscenidad? Es probable que a ojos de sus contemporáneos, sumidos en convencionalismos sociales y morales, sí. En la actualidad está considerada como una novela erótica de primer orden, de una calidad estética y literaria que supera con creces novelillas pseudoeróticas más modernas y ñoñas.
La historia nos narra la vida de Constance Chatterley, una joven de buena familia cuyo reciente esposo, Clifford Chatterley, regresa de la guerra en 1917 herido y condenado a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas. Constance, que se había educado en los ambientes europeos más modernos y aperturistas (mantenía debates políticos o artísticos en igualdad de condiciones que los hombres, disfrutaba de relaciones sexuales prematrimoniales), se ve resignada a ocupar el lugar que la sociedad ha creado para la mujer, el de cándida y abnegada esposa. Sin embargo, ella no se va a conformar con este rol, y romperá los esquemas tradicionales al buscar como amante a un hombre de una clase social inferior.
Los encuentros de Connie con su amante son expuestos con una naturalidad pasmosa si los ubicamos en los años veinte, pues se describen las relaciones sexuales con detalles y sin tapujos, y, sobre todo, como una forma de disfrute y goce del propio cuerpo. Tal es así, que en su época llegó a ser estimado como un manual de educación sexual.
" —Eres un buen coño, ¿verdad? El mejor coño de la tierra. ¡Cuando quieres!
¡Cuando te da la gana!
—¿Qué es coño? —dijo ella.
—Ah, ¿no lo sabes? ¡Coño! Eres tú ahí
abajo; y lo que me das cuando estoy dentro de
ti y lo que tú tienes cuando yo estoy dentro;
todo tal como es, todo ello.
—Todo ello —bromeó Connie—. ¡Coño!
Entonces es como joder.
—¡No, no! Joder no es más que lo que se
hace. Los animales joden. Pero un coño es
más que eso. Eres tú misma, ¿no te das cuenta?
Y tú eres mucho más que un animal, ¿o no?
Incluso al joder. ¡Coño! ¡Esa es tu hermosura,
cariño!"
Sin embargo, no debemos limitar la importancia de esta novela a su revolucionario tratamiento de la sexualidad. En ella, además, se tocan otros temas sociales relevantes que no debemos obviar.
Desde el inicio, como ya señalamos ut supra, se nos ofrece un perfil de la mujer moderno y desinhibido, pues tanto la protagonista como su hermana disfrutan de una juventud en la que prima la igualdad entre sexos. ("Las habían enviado a Dresde desde los quince años (...). Vivían libremente entre los estudiantes, discutían con los hombres sobre temas filosóficos, sociológicos y artísticos; eran como los hombres mismos: solo que mejor, porque eran mujeres. (...) y eran libres. ¡Libres!"). Además, Hilda, la hermana mayor de Constance, se divorcia para huir de un matrimonio asfixiante que no la deja desarrollarse libremente. Una visión femenina que, desde luego en su época, no podía pasar desapercibida y que chocaba con los cánones establecidos.
Lawrence, cuyos orígenes eran humildes (su padre era minero y su madre maestra) llamará la atención sobre las notables desigualdades entre las clases sociales que se vivían en el Reino Unido. Por ello, los hechos narrados resultan aún más indecorosos, ya que una lady mantiene una relación sexual con un hombre de una clase inferior. Ahora bien, se intenta paliar esa diferencia aclarando que el amante recibió formación académica y militar que pulieron su comportamiento, lo que justificaría también que las clases inferiores no están condenadas a la ignorancia sino que tienen el derecho a medrar en la escala social.
Otros aspectos sobre los que llama a atención el autor son los peligros de la industrialización y la corrupción del dinero en la sociedad del momento. Por una parte, deja claro que el progreso industrial está destruyendo el medio y cosificando al ser humano; por otra, denuncia que las ansias pecuniarias y el materialismo anulan cualquier valor ético o moral en sus contemporáneos, a quienes solo les importa la acumulación de caudales y el derroche.
En algún momento incluso reivindica la libertad sexual y la homosexualidad, y defiende que esta debe ser respetada por la sociedad.
No obstante, quizá se podría criticar a la obra que, pese a reivindicar un papel más activo de la mujer en la sociedad, la protagonista termina cayendo en el deseo convencional de ser madre y lograrlo a toda costa. Este impulso, además, se ve animado por su marido quien, sabedor de su incapacidad, la anima a tener un hijo de otro hombre para poder dejar un heredero y que no se extinga su ilustre extirpe.
En su época, El amante de Lady Chatterley no solo fue criticada por los prebostes que querían mantener las tradiciones, sino por escritoras feministas, como Virginia Woolf, quien consideraba que Lawrence atacaba a las mujeres en sus obras, pues se muestra lo peor del sexo femenino al presentar mujeres acaparadoras, superficiales e infieles que rompen sus votos matrimoniales.
Razones no faltan para acercarse a un libro que refleja los males de una sociedad conservadora y materialista y que posee momentos de auténtico erotismo y sensualidad. Además, ¿hay algo más tentador para un lector ávido que un libro prohibido?
Lawrence, cuyos orígenes eran humildes (su padre era minero y su madre maestra) llamará la atención sobre las notables desigualdades entre las clases sociales que se vivían en el Reino Unido. Por ello, los hechos narrados resultan aún más indecorosos, ya que una lady mantiene una relación sexual con un hombre de una clase inferior. Ahora bien, se intenta paliar esa diferencia aclarando que el amante recibió formación académica y militar que pulieron su comportamiento, lo que justificaría también que las clases inferiores no están condenadas a la ignorancia sino que tienen el derecho a medrar en la escala social.
Otros aspectos sobre los que llama a atención el autor son los peligros de la industrialización y la corrupción del dinero en la sociedad del momento. Por una parte, deja claro que el progreso industrial está destruyendo el medio y cosificando al ser humano; por otra, denuncia que las ansias pecuniarias y el materialismo anulan cualquier valor ético o moral en sus contemporáneos, a quienes solo les importa la acumulación de caudales y el derroche.
En algún momento incluso reivindica la libertad sexual y la homosexualidad, y defiende que esta debe ser respetada por la sociedad.
No obstante, quizá se podría criticar a la obra que, pese a reivindicar un papel más activo de la mujer en la sociedad, la protagonista termina cayendo en el deseo convencional de ser madre y lograrlo a toda costa. Este impulso, además, se ve animado por su marido quien, sabedor de su incapacidad, la anima a tener un hijo de otro hombre para poder dejar un heredero y que no se extinga su ilustre extirpe.
En su época, El amante de Lady Chatterley no solo fue criticada por los prebostes que querían mantener las tradiciones, sino por escritoras feministas, como Virginia Woolf, quien consideraba que Lawrence atacaba a las mujeres en sus obras, pues se muestra lo peor del sexo femenino al presentar mujeres acaparadoras, superficiales e infieles que rompen sus votos matrimoniales.
Razones no faltan para acercarse a un libro que refleja los males de una sociedad conservadora y materialista y que posee momentos de auténtico erotismo y sensualidad. Además, ¿hay algo más tentador para un lector ávido que un libro prohibido?
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