«Esta historia transcurre a mediados de los años ochenta del pasado siglo en Nidocuervo y San Expósito, lugares inventados en un país que sí existe».
Con esta aclaración Alexis Ravelo da entrada a su última novela, Los nombres prestados (Siruela, 2022), una trama de tintes policiacos con la que obtuvo el Premio de Novela Café Gijón 2021.
El relato se remonta cuarenta años atrás, en un momento convulso para la reciente democracia española, que se ve sacudida por continuos atentados de grupos que fluyen al margen de una ley que, con la fuerza, pretende imponer la calma. Para unos y otros, el fin parece justificar sus medios.
Alejado de esos tormentosos acontecimientos se encuentra Nidocuervo —llamémoslo así, con ese nombre prestado—, un tranquilo pueblo desaparecido en los mapas. Está en la montaña, junto al bosque, pero no lejos del mar de San Expósito, un incipiente pueblo de costa que apunta maneras de pelotazo turístico. En Nidocuervo hay pocos habitantes y todos se conocen, por eso, la llegada de nuevos vecinos se celebra como una rareza a la que observan sin disimulo hasta que se acostumbran a ellos.
En esta ocasión, el autor grancanario se escapa de su habitual entorno insular para crear una ficción con trazas realistas en un pueblo peninsular donde esconderse es tan fácil como complejo.
«Un chico, una mujer, un hombre, un perro» son los personajes que nos presenta el primer capítulo y que protagonizarán la trama. Sus nombres importan poco, son los que les presta el autor para que puedan moverse en el mundo de ficción que les ha creado, o tal vez sean los que ellos le han pedido tener. Sus vidas se irán enlazando en una serie de casualidades que no lo son tanto. Como todo en esta novela especular, nada es lo que parece.
Cada uno tiene su pasado, que les pesa en un presente en el que intentan expiar sus culpas y vivir sin lastres. Sin embargo, a veces el pasado alcanza y no se puede huir de él.
No siempre están claros los límites entre el bien y el mal. En ocasiones, para alcanzar un bien se cometen actos deleznables; otras veces, una mala acción tiene buenas consecuencias. Se desdibuja entonces la culpabilidad y el perdón. Los personajes actúan llevados por ideas, reaccionan por instinto o arrastrados por sentimientos que los ofuscan y ciegan. En estos casos, la venganza no es buena consejera, es más práctico el instinto de supervivencia y mirar siempre hacia el futuro como una tabla de salvación con la que poder escapar del presente.
Todos tienen sus porqués y ninguno más razones que los otros. Cada lector decidirá al concluir la lectura a quién condena y a quién salva en esta historia de nombres prestados.
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