A finales del siglo XIX,
España vive una grave crisis general: el sistema político (basado en el turno
de partido, por el que conservadores y progresistas amañan las elecciones para
alternarse en el poder) no funciona; aumentan las diferencias sociales
(proletarios y campesinos frente a la alta burguesía); comienzan a surgir los
primeros conflictos violentos… A consecuencia de ello, en los últimos años del
XIX un grupo de intelectuales, vinculados al krausismo (doctrina filosófica que
persigue la transformación gradual y pacífica de la sociedad a través del
cultivo de la ciencia y a reforma del sistema educativo), propugnó una serie de
medidas concretas para solucionar los problemas del país. Se trata de los
regeneracionistas, quienes buscan una manera de reformar España a través del
análisis de los males que han estado acosando al país desde tiempo atrás. Critican
la restauración de la monarquía borbónica y el caciquismo, y proponen reformas
hechas desde el poder, como Joaquín Costa, que reivindicó un reformismo
profundo que debía afectar a la economía y a la educación. En este último
aspecto, fue crucial la fundación en 1876 de la Institución Libre de Enseñanza por
Francisco Giner de los Ríos, donde se aboga por una enseñanza laica que busque
la formación integral del individuo e inculque en los ciudadanos el espíritu de
tolerancia, el rigor propio del conocimiento científico y el rechazo de todo
dogmatismo; asimismo, defienden la extensión de la educación a las clases sociales
más desfavorecidas y la dignificación de los profesores, sobre todo los de la
Escuela Primaria.
Esta
situación crítica se agudiza con la independencia en 1898 de Cuba, Puerto Rico
y Filipinas, últimas colonias españolas. Este desastre provoca cuantiosas
pérdidas económicas y humanas, por lo que un grupo de escritores adoptan una
actitud crítica ante la realidad y proclaman la necesidad de una urgente
regeneración social, moral y cultural del país, por lo que asumen el compromiso
cívico de denunciar los problemas de España, indagar en sus causas y proponer
soluciones. Son los miembros de la denominada Generación o Grupo del 98.
Características
El 98 es un movimiento
de origen español que pretende indagar en la esencia del alma nacional a través
de su paisaje, su historia y su literatura. Por este motivo, se evadirán en el
tiempo (al pasado glorioso del imperio español) y en el espacio (a Castilla, cuna
del imperio).
Sus
componentes nacen entre 1864 (Miguel de Unamuno) y 1875 (Antonio Machado). Aunque
todos ellos proceden de la burguesía, adoptan una actitud antiburguesa en su
primera etapa. Se declaran autodidactas y críticos con el sistema educativo
español.
Sus
referentes inmediatos son intelectuales y pensadores como Giner de los Ríos,
Joaquín Costa o Ángel Ganivet. No está claro que siguieran a un líder, aunque
se suelen proponer a los filósofos Nietzsche o Schopenhauer.
Participan
en algunos actos comunes: visita a la tumba de Larra, homenaje a Pío Baroja,
protesta por la concesión del Premio Nobel a Echegaray…
El
escepticismo y el pesimismo son rasgos comunes. Por ello, admiran a Larra,
Quevedo y Cervantes, quienes ya denunciaron en el pasado los problemas de
España.
Serán
sobrios y concisos, pues le conceden mayor importancia a la idea que a su
expresión, por lo que serán antirretoricistas.
Cultivarán todos los
géneros literarios (poesía, teatro, y preferentemente, el ensayo y la novela) y
aportarán innovaciones en ellos (la nivola de Unamuno o el esperpento de
Valle-Inclán).
Temas
Para los autores del
98, España es una preocupación, y el
desastre colonial vino a ser el punto de referencia sobre el que se reforzó la
idea del regeneracionismo. Había que reformar España, volver a crearla a partir
de sus raíces y sus tradiciones, pero también a partir de la educación.
Castilla y su paisaje se convierten en materia de reflexión,
ya que, a través de ellos, se busca la esencia auténtica de España.
Las preocupaciones existenciales llevan a os autores
del 98 a plantearse la inmortalidad del alma, el conflicto entre la razón y la
fe, o la esencia misma del ser humano.
La envidia (el cainismo) se considerará uno de los
grandes males de España y de los españoles, y desembocará en una fragmentación que
llevará a Machado a hablar de las dos Españas.
Autores
Se consideran miembros
de la Generación del 98 a José Martínez Ruiz (Azorín), Ramiro de Maetzu, Miguel de Unamuno, Pío Baroja y, más
tardíamente, Antonio Machado y Ramón del Valle-Inclán. Sin embargo, algunos de
ellos negaban tanto la existencia de una generación literaria (Pío Baroja) como
su pertenencia a ella (Unamuno).
Miguel de Unamuno (1864-1936)
Nació en Bilbao y estudió Filosofía y
Letras en Madrid. En 1891 obtuvo la cátedra de Griego de la Universidad de
Salamanca, de la que fue rector. Se opuso a la dictadura de Primo de Rivera,
por lo que fue desterrado entre 1924 y 1930, primero a Fuerteventura y, más
tarde, a Francia. Fue diputado durante la Segunda República y en principio
apoyó el golpe militar de Franco, aunque pronto lo rechazó y se enfrentó a los
sublevados con la frase: “Venceréis pero no convenceréis”.
Su obra toca dos temas
fundamentales: la honda preocupación por España y las inquietudes
existencialistas que lo llevan a preguntarse por el sentido de la vida humana a
partir de sus crisis de fe. Ambos los reflejará a través de los géneros literarios
(poesía, teatro y novela) y del ensayo.
El
tema de España lo veremos en sus ensayos. Los dos más importantes son En torno al casticismo (1895), donde se
centra en la regeneración y la recuperación de los valores eternos de España
que Unamuno encuentra en el devenir cotidiano de las gentes sencillas; y Vida de don Quijote y Sancho (1905), reflexión
sobre el alma de España tomando como base la obra de Cervantes, que lo llevará
a la conclusión de que la ausencia el idealismo quijotesco hunde a los
españoles en la mediocridad.
Su
otro gran tema es la esencia del ser humano y la inmortalidad del alma, que
surge tras la pérdida de la fe, que lo llevará a plantearse el sentido de la
vida, ya que, para él, si no hay nada más allá de la muerte, vivir carece de
sentido. Esta es la base de su novela San
Manuel Bueno, mártir (1931), que narra la historia de un sacerdote que ha
perdido la fe, pero se plantea mantener a sus feligreses que viven felices en
la creencia de la vida eterna. En Niebla
(1914), su nivola, refleja el concepto de que los seres humanos somos juguetes
en manos de un ser superior que nos controla, al enfrentar al protagonista,
Augusto Pérez, a su creador, Migue de Unamuno, por lo que la realidad y la
ficción se entremezclan hasta volver difusos los límites que las separan. El
resto de sus novelas se centran en problemas humanos, como Abel Sánchez (1917), que trata el tema de la envidia y el odio. El
tema existencia y religioso también aparecerá en sus ensayos Del sentimiento trágico de la vida
(1913) y La agonía del cristianismo
(1925).
Nació
en Monóvar (Alicante) y, aunque empezó a estudiar Derecho, abandonó la carrera
para dedicarse al periodismo. Ideológicamente evolucionó desde el anarquismo
radical hasta el conservadurismo de raíces católicas. Fue el creador del
concepto de generación del 98 en varios artículos que publicó en 1913.
Su
obra se desarrolla entre el ensayo y la novela, aunque ambos géneros parecen
fusionarse en sus libros. Escribió una trilogía de novelas formada por La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Confesiones
de un pequeño filósofo (1904), en la que el protagonista presenta rasgos
autobiográficos del autor y que poseen poca acción y mucha reflexión.
En
sus ensayos destaca su profunda meditación sobre el paisaje de Castilla, que le
sirve para evocar la vida de los españoles donde se revive el pasado con la
presencia de personajes históricos o con los elementos del paisaje castellano.
Destacan Castilla (1912) y La ruta de don Quijote (1905).
Pío
Baroja (1872-1956)
Nació en San Sebastián y estudio Medicina,
aunque apenas ejerció como médico y terminó dedicándose a la literatura.
Su
personalidad pesimista (pensaba que la vida carecía de sentido) y su carácter
solitario y amargado, lo llevaron a reflexionar sobre los comportamientos
humanos, denunciando la crueldad y posicionándose siempre del lado de los
marginados y de los más necesitados.
Baroja
considera que la novela es un género multiforme y abierto en el que tienen
cabida aspectos filosóficos y psicológicos, pero también la aventura, la utopía
y la acción. Sus novelas más importantes son La busca (1904), en la que describe con enorme realismo los bajos
fondos de Madrid, y El árbol de la
ciencia (1911), donde critica el mal estado de la ciencia en España a
través de las experiencias frustrantes de un médico. Destacan sus novelas de
aventuras Zalacaín, el aventurero
(1909), ambientada en su tierra vasca durante la última guerra carlista, y Las inquietudes de Shanti Andía (1911),
que narra las andanzas de un marinero vasco.
Ramón del
Valle-Inclán (1866-1936)
Nació
en Villanueva de Arosa (Pontevedra) y comenzó a carrera de Derecho, pero la
abandonó por la aventura y la vida bohemia, que lo llevaron a viajar a México e
instalarse posteriormente en Madrid, donde desarrolló su labor como escritor. Valle
fue muy conocido por su carácter excéntrico y por ser el creador del
esperpento, una deformación grotesca de la realidad en la que se animaliza,
muñequiza y cosifica a los personajes humanos, quienes llegan a ser fantoches,
títeres, peleles, meras sombras, bultos o siluetas; mientras que se hominiza a
los animales, que se comportan y actúan como personas.
Su
trayectoria literaria se inicia dentro del Modernismo y se refleja en una serie
de obras narrativas en la que se percibe la influencia de la poesía francesa y
el decadentismo. Esta primera etapa se cierra con las Sonatas, cuatro novelas cortas, escritas entre 1902 y 1905, que
reflejan las cuatro etapas de la vida a través de las estaciones el año, son un
estilo decadente y sensual que tendrán como protagonista al marqués de
Bradomín, definido por Valle como “un don Juan feo, católico y sentimental”.
Su segunda etapa
también escribe novelas, como la trilogía La
guerra carlista, pero se orienta ya hacia el teatro con sus Comedias bárbaras: Águila de blasón (1907), Romance
de lobos (1908) y Cara de plata (1922),
que se acercan al esperpento con la presencia de un mundo violento en el que se
ridiculiza y caricaturiza a los personajes. Divinas
palabras (1920) sigue esta línea al relacionar las deformidades físicas con
las morales.
Su etapa final se
estructura definitivamente en toro al esperpento, que aparece definido y
desarrollado en Luces de bohemia
(1924): “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el
Esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una
estética sistemáticamente deformada”. Valle-Inclán toma conciencia plena de los
problemas de España y plasma toda la amargura que le producen. El resto de esperpentos
forman a trilogía Martes de carnaval.
En este último periodo escribe su novela de dictador, Tirano Banderas (1926), ambientada en un país imaginario de América
y que creará una tendencia en la literatura hispanoamericana.
Antonio Machado (1875-1939)
Pocas
veces la biografía de un autor ha estado tan ligada a su obra como en el caso
de Antonio Machado; a lo largo de su vida se suceden distintos acontecimientos
que marcarán profundamente su trayectoria literaria. Nació en Sevilla, pero
pronto se trasladó a Madrid. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza.
Viajó a París, ciudad en la que coincidió con Rubén Darío. Fue profesor de
francés en Soria, donde conoció a Leonor, con quien se casó en 1909. Tras la
muerte de ella en 1912, se traslada a Baeza y años después a Madrid. Mantuvo
una relación sentimental con una mujer casada (Pilar Valderrama), a la que
llamará Guiomar en sus poemas. Al estallar la Guerra Civil se ven obligados a
separarse, y el poeta, convencido republicano, sigue al gobierno legítimo hasta
que fallece en Colliure en su viaje al exilio.
Pese
a la unidad que posee toda la producción de Machado, es posible distinguir tres
fases correspondientes a las diferentes correcciones de rumbo a lo largo del
proceso de su creación, que no no suponen una ruptura dentro de la línea de
continuidad de su obra.
Periodo
modernista
representado por Soledades (1903) y
su posterior revisión y ampliación en Soledades.
Galerías. Otros poemas (1907). Son obras de base modernista en las que se
refleja su admiración por Rubén Darío y los simbolistas franceses. En sus poemas
aparece el tema del agua, las fuentes, los crepúsculos, la tarde, los aromas de
los huertos en flor, la melancolía, la insistente añoranza de la niñez... Se
trata de sentimientos universales vistos desde una perspectiva intimista. Se
percibe la directa influencia de Santa Teresa, Bécquer y Rosalía de Castro. En
su edición de 1907 trata de corregir los rasgos más claramente modernistas de
sus anteriores poemas, abandona el esteticismo típico de Soledades y pasa del intimismo a la exteriorización, de preocuparse
solo de sí mismo a interesarse también por los demás.
Época
noventayochista
reflejada en Campos de Castilla
(1912), y sus sucesivas reediciones y ampliaciones. Esta etapa se inicia con su
llegada a Soria y es un periodo que va a estar dominado por un tema genérico:
“España y su decadencia” (enfrentamiento entre pasado y presente, la pobreza de
la tierra...), pero sin dejar de lado el análisis de su propio yo, el enigma
del ser humano. En su deseo de hallar soluciones se fija en el paisaje, que
cobra humanidad; ve en él la encarnación del alma castellana y se constituye en
reflejo de las inquietudes, temores y deseos que alteran al poeta. Piensa que
España se salvará si Castilla vuelve a resurgir. En este periodo se produce la
culminación de esa tendencia a la exteriorización, su poesía tiende a una mayor
objetividad, aunque sin perder totalmente el enfoque intimista, es el momento
en que alcanza su madurez como poeta. El amor y el dolor aparecen en las
sucesivas ediciones de Campos de Castilla,
tras la muerte de Leonor en 1912, y también será el paisaje el que le devolverá
la imagen de su amada.
Poemas
de contenido ideológico-filosófico, etapa ejemplificada por Nuevas canciones (1924). El clima
poético de la etapa anterior se mantiene, pero el paisaje deja lugar a las
ideas: el alejamiento de Castilla y la muerte de su esposa, hacen que se
acentúe en él su tendencia al diálogo interior. A través del empleo de metros
cortos, entronca con la lírica popular andaluza. En sus versos afloran
preocupaciones reflexivas y filosóficas, de índole sentencioso muchas veces, que
prevalecen sobre lo lírico. Es el periodo que algunos críticos han juzgado como
menos significativo de toda su producción lírica, aunque durante esta época su
producción en prosa, sobre todo ensayos, es más relevante, como Juan de Mairena (1936), donde Machado
reflexiona sobre los temas que más lo preocupan (la enseñanza, la identidad de
España, el sentido de la vida…). Hay quienes incluyen en esta etapa De un cancionero apócrifo
y La Guerra (sus últimos poemas),
pues solo se produce una profundización en esos contenidos ideológicos, un
mayor compromiso con la sociedad.
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