miércoles, 10 de junio de 2020

Generación del 98


A finales del siglo XIX, España vive una grave crisis general: el sistema político (basado en el turno de partido, por el que conservadores y progresistas amañan las elecciones para alternarse en el poder) no funciona; aumentan las diferencias sociales (proletarios y campesinos frente a la alta burguesía); comienzan a surgir los primeros conflictos violentos… A consecuencia de ello, en los últimos años del XIX un grupo de intelectuales, vinculados al krausismo (doctrina filosófica que persigue la transformación gradual y pacífica de la sociedad a través del cultivo de la ciencia y a reforma del sistema educativo), propugnó una serie de medidas concretas para solucionar los problemas del país. Se trata de los regeneracionistas, quienes buscan una manera de reformar España a través del análisis de los males que han estado acosando al país desde tiempo atrás. Critican la restauración de la monarquía borbónica y el caciquismo, y proponen reformas hechas desde el poder, como Joaquín Costa, que reivindicó un reformismo profundo que debía afectar a la economía y a la educación. En este último aspecto, fue crucial la fundación en 1876 de la Institución Libre de Enseñanza por Francisco Giner de los Ríos, donde se aboga por una enseñanza laica que busque la formación integral del individuo e inculque en los ciudadanos el espíritu de tolerancia, el rigor propio del conocimiento científico y el rechazo de todo dogmatismo; asimismo, defienden la extensión de la educación a las clases sociales más desfavorecidas y la dignificación de los profesores, sobre todo los de la Escuela Primaria.
            Esta situación crítica se agudiza con la independencia en 1898 de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, últimas colonias españolas. Este desastre provoca cuantiosas pérdidas económicas y humanas, por lo que un grupo de escritores adoptan una actitud crítica ante la realidad y proclaman la necesidad de una urgente regeneración social, moral y cultural del país, por lo que asumen el compromiso cívico de denunciar los problemas de España, indagar en sus causas y proponer soluciones. Son los miembros de la denominada Generación o Grupo del 98.

Características
            El 98 es un movimiento de origen español que pretende indagar en la esencia del alma nacional a través de su paisaje, su historia y su literatura. Por este motivo, se evadirán en el tiempo (al pasado glorioso del imperio español) y en el espacio (a Castilla, cuna del imperio).
            Sus componentes nacen entre 1864 (Miguel de Unamuno) y 1875 (Antonio Machado). Aunque todos ellos proceden de la burguesía, adoptan una actitud antiburguesa en su primera etapa. Se declaran autodidactas y críticos con el sistema educativo español.
            Sus referentes inmediatos son intelectuales y pensadores como Giner de los Ríos, Joaquín Costa o Ángel Ganivet. No está claro que siguieran a un líder, aunque se suelen proponer a los filósofos Nietzsche o Schopenhauer.
            Participan en algunos actos comunes: visita a la tumba de Larra, homenaje a Pío Baroja, protesta por la concesión del Premio Nobel a Echegaray…
            El escepticismo y el pesimismo son rasgos comunes. Por ello, admiran a Larra, Quevedo y Cervantes, quienes ya denunciaron en el pasado los problemas de España.
            Serán sobrios y concisos, pues le conceden mayor importancia a la idea que a su expresión, por lo que serán antirretoricistas.
Cultivarán todos los géneros literarios (poesía, teatro, y preferentemente, el ensayo y la novela) y aportarán innovaciones en ellos (la nivola de Unamuno o el esperpento de Valle-Inclán).

Temas
Para los autores del 98, España es una preocupación, y el desastre colonial vino a ser el punto de referencia sobre el que se reforzó la idea del regeneracionismo. Había que reformar España, volver a crearla a partir de sus raíces y sus tradiciones, pero también a partir de la educación.
Castilla y su paisaje se convierten en materia de reflexión, ya que, a través de ellos, se busca la esencia auténtica de España.
Las preocupaciones existenciales llevan a os autores del 98 a plantearse la inmortalidad del alma, el conflicto entre la razón y la fe, o la esencia misma del ser humano.
La envidia (el cainismo) se considerará uno de los grandes males de España y de los españoles, y desembocará en una fragmentación que llevará a Machado a hablar de las dos Españas.

Autores
Se consideran miembros de la Generación del 98 a José Martínez Ruiz (Azorín), Ramiro de Maetzu, Miguel de Unamuno, Pío Baroja y, más tardíamente, Antonio Machado y Ramón del Valle-Inclán. Sin embargo, algunos de ellos negaban tanto la existencia de una generación literaria (Pío Baroja) como su pertenencia a ella (Unamuno).

Miguel de Unamuno (1864-1936)
Nació en Bilbao y estudió Filosofía y Letras en Madrid. En 1891 obtuvo la cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca, de la que fue rector. Se opuso a la dictadura de Primo de Rivera, por lo que fue desterrado entre 1924 y 1930, primero a Fuerteventura y, más tarde, a Francia. Fue diputado durante la Segunda República y en principio apoyó el golpe militar de Franco, aunque pronto lo rechazó y se enfrentó a los sublevados con la frase: “Venceréis pero no convenceréis”.
Su obra toca dos temas fundamentales: la honda preocupación por España y las inquietudes existencialistas que lo llevan a preguntarse por el sentido de la vida humana a partir de sus crisis de fe. Ambos los reflejará a través de los géneros literarios (poesía, teatro y novela) y del ensayo.
            El tema de España lo veremos en sus ensayos. Los dos más importantes son En torno al casticismo (1895), donde se centra en la regeneración y la recuperación de los valores eternos de España que Unamuno encuentra en el devenir cotidiano de las gentes sencillas; y Vida de don Quijote y Sancho (1905), reflexión sobre el alma de España tomando como base la obra de Cervantes, que lo llevará a la conclusión de que la ausencia el idealismo quijotesco hunde a los españoles en la mediocridad.
            Su otro gran tema es la esencia del ser humano y la inmortalidad del alma, que surge tras la pérdida de la fe, que lo llevará a plantearse el sentido de la vida, ya que, para él, si no hay nada más allá de la muerte, vivir carece de sentido. Esta es la base de su novela San Manuel Bueno, mártir (1931), que narra la historia de un sacerdote que ha perdido la fe, pero se plantea mantener a sus feligreses que viven felices en la creencia de la vida eterna. En Niebla (1914), su nivola, refleja el concepto de que los seres humanos somos juguetes en manos de un ser superior que nos controla, al enfrentar al protagonista, Augusto Pérez, a su creador, Migue de Unamuno, por lo que la realidad y la ficción se entremezclan hasta volver difusos los límites que las separan. El resto de sus novelas se centran en problemas humanos, como Abel Sánchez (1917), que trata el tema de la envidia y el odio. El tema existencia y religioso también aparecerá en sus ensayos Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La agonía del cristianismo (1925).

 José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)
            Nació en Monóvar (Alicante) y, aunque empezó a estudiar Derecho, abandonó la carrera para dedicarse al periodismo. Ideológicamente evolucionó desde el anarquismo radical hasta el conservadurismo de raíces católicas. Fue el creador del concepto de generación del 98 en varios artículos que publicó en 1913.
            Su obra se desarrolla entre el ensayo y la novela, aunque ambos géneros parecen fusionarse en sus libros. Escribió una trilogía de novelas formada por La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904), en la que el protagonista presenta rasgos autobiográficos del autor y que poseen poca acción y mucha reflexión.
            En sus ensayos destaca su profunda meditación sobre el paisaje de Castilla, que le sirve para evocar la vida de los españoles donde se revive el pasado con la presencia de personajes históricos o con los elementos del paisaje castellano. Destacan Castilla (1912) y La ruta de don Quijote (1905).


Pío Baroja (1872-1956)
             Nació en San Sebastián y estudio Medicina, aunque apenas ejerció como médico y terminó dedicándose a la literatura.
            Su personalidad pesimista (pensaba que la vida carecía de sentido) y su carácter solitario y amargado, lo llevaron a reflexionar sobre los comportamientos humanos, denunciando la crueldad y posicionándose siempre del lado de los marginados y de los más necesitados.
            Baroja considera que la novela es un género multiforme y abierto en el que tienen cabida aspectos filosóficos y psicológicos, pero también la aventura, la utopía y la acción. Sus novelas más importantes son La busca (1904), en la que describe con enorme realismo los bajos fondos de Madrid, y El árbol de la ciencia (1911), donde critica el mal estado de la ciencia en España a través de las experiencias frustrantes de un médico. Destacan sus novelas de aventuras Zalacaín, el aventurero (1909), ambientada en su tierra vasca durante la última guerra carlista, y Las inquietudes de Shanti Andía (1911), que narra las andanzas de un marinero vasco.

Ramón del Valle-Inclán (1866-1936)
            Nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra) y comenzó a carrera de Derecho, pero la abandonó por la aventura y la vida bohemia, que lo llevaron a viajar a México e instalarse posteriormente en Madrid, donde desarrolló su labor como escritor. Valle fue muy conocido por su carácter excéntrico y por ser el creador del esperpento, una deformación grotesca de la realidad en la que se animaliza, muñequiza y cosifica a los personajes humanos, quienes llegan a ser fantoches, títeres, peleles, meras sombras, bultos o siluetas; mientras que se hominiza a los animales, que se comportan y actúan como personas.
            Su trayectoria literaria se inicia dentro del Modernismo y se refleja en una serie de obras narrativas en la que se percibe la influencia de la poesía francesa y el decadentismo. Esta primera etapa se cierra con las Sonatas, cuatro novelas cortas, escritas entre 1902 y 1905, que reflejan las cuatro etapas de la vida a través de las estaciones el año, son un estilo decadente y sensual que tendrán como protagonista al marqués de Bradomín, definido por Valle como “un don Juan feo, católico y sentimental”.
Su segunda etapa también escribe novelas, como la trilogía La guerra carlista, pero se orienta ya hacia el teatro con sus Comedias bárbaras: Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922), que se acercan al esperpento con la presencia de un mundo violento en el que se ridiculiza y caricaturiza a los personajes. Divinas palabras (1920) sigue esta línea al relacionar las deformidades físicas con las morales.
Su etapa final se estructura definitivamente en toro al esperpento, que aparece definido y desarrollado en Luces de bohemia (1924): “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”. Valle-Inclán toma conciencia plena de los problemas de España y plasma toda la amargura que le producen. El resto de esperpentos forman a trilogía Martes de carnaval. En este último periodo escribe su novela de dictador, Tirano Banderas (1926), ambientada en un país imaginario de América y que creará una tendencia en la literatura hispanoamericana.


Antonio Machado (1875-1939)
Pocas veces la biografía de un autor ha estado tan ligada a su obra como en el caso de Antonio Machado; a lo largo de su vida se suceden distintos acontecimientos que marcarán profundamente su trayectoria literaria. Nació en Sevilla, pero pronto se trasladó a Madrid. Estudió en la Institución Libre de Enseñanza. Viajó a París, ciudad en la que coincidió con Rubén Darío. Fue profesor de francés en Soria, donde conoció a Leonor, con quien se casó en 1909. Tras la muerte de ella en 1912, se traslada a Baeza y años después a Madrid. Mantuvo una relación sentimental con una mujer casada (Pilar Valderrama), a la que llamará Guiomar en sus poemas. Al estallar la Guerra Civil se ven obligados a separarse, y el poeta, convencido republicano, sigue al gobierno legítimo hasta que fallece en Colliure en su viaje al exilio.
Pese a la unidad que posee toda la producción de Machado, es posible distinguir tres fases correspondientes a las diferentes correcciones de rumbo a lo largo del proceso de su creación, que no no suponen una ruptura dentro de la línea de continuidad de su obra.
Periodo modernista representado por Soledades (1903) y su posterior revisión y ampliación en Soledades. Galerías. Otros poemas (1907). Son obras de base modernista en las que se refleja su admiración por Rubén Darío y los simbolistas franceses. En sus poemas aparece el tema del agua, las fuentes, los crepúsculos, la tarde, los aromas de los huertos en flor, la melancolía, la insistente añoranza de la niñez... Se trata de sentimientos universales vistos desde una perspectiva intimista. Se percibe la directa influencia de Santa Teresa, Bécquer y Rosalía de Castro. En su edición de 1907 trata de corregir los rasgos más claramente modernistas de sus anteriores poemas, abandona el esteticismo típico de Soledades y pasa del intimismo a la exteriorización, de preocuparse solo de sí mismo a interesarse también por los demás.
Época noventayochista reflejada en Campos de Castilla (1912), y sus sucesivas reediciones y ampliaciones. Esta etapa se inicia con su llegada a Soria y es un periodo que va a estar dominado por un tema genérico: “España y su decadencia” (enfrentamiento entre pasado y presente, la pobreza de la tierra...), pero sin dejar de lado el análisis de su propio yo, el enigma del ser humano. En su deseo de hallar soluciones se fija en el paisaje, que cobra humanidad; ve en él la encarnación del alma castellana y se constituye en reflejo de las inquietudes, temores y deseos que alteran al poeta. Piensa que España se salvará si Castilla vuelve a resurgir. En este periodo se produce la culminación de esa tendencia a la exteriorización, su poesía tiende a una mayor objetividad, aunque sin perder totalmente el enfoque intimista, es el momento en que alcanza su madurez como poeta. El amor y el dolor aparecen en las sucesivas ediciones de Campos de Castilla, tras la muerte de Leonor en 1912, y también será el paisaje el que le devolverá la imagen de su amada.
Poemas de contenido ideológico-filosófico, etapa ejemplificada por Nuevas canciones (1924). El clima poético de la etapa anterior se mantiene, pero el paisaje deja lugar a las ideas: el alejamiento de Castilla y la muerte de su esposa, hacen que se acentúe en él su tendencia al diálogo interior. A través del empleo de metros cortos, entronca con la lírica popular andaluza. En sus versos afloran preocupaciones reflexivas y filosóficas, de índole sentencioso muchas veces, que prevalecen sobre lo lírico. Es el periodo que algunos críticos han juzgado como menos significativo de toda su producción lírica, aunque durante esta época su producción en prosa, sobre todo ensayos, es más relevante, como Juan de Mairena (1936), donde Machado reflexiona sobre los temas que más lo preocupan (la enseñanza, la identidad de España, el sentido de la vida…). Hay quienes incluyen en esta etapa De un cancionero apócrifo y La Guerra (sus últimos poemas), pues solo se produce una profundización en esos contenidos ideológicos, un mayor compromiso con la sociedad.




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